martes, 18 de octubre de 2016

No se admiten reclamaciones

Devolver un producto defectuoso o que no cumple con nuestras expectativas está a la orden del día. Ya lo dice la megafonía de El Corte Inglés prácticamente desde su apertura: "...y si no queda satisfecho, le devolvemos el dinero".

Los niños no traen ticket de compra. No escogieron nacer. Llegaron al mundo fruto del amor (lo deseable) que existe entre dos personas. Y una vez existen, ya no se pueden devolver. 


Hace unos días escuché a la psicóloga del cole que le decía a una mamá: "quiérelo como es él, acéptalo, no pretendas cambiarlo". 

Todos nacemos con un potencial enorme, cargados de virtudes, de habilidades, de características y rasgos que, en conjunto, hacen que se vaya forjando nuestra personalidad. Obviamente, también nacemos con defectos y con carencias que solo los que de veras nos quieren van a soportar. Los adultos tenemos la obligación de potenciar en los niños lo primero, las cosas buenas de la misma manera que es nuestro deber ayudarles a pulir sus defectos y llenar sus carencias.

Esto no indica que debamos ser permisivos y bajar la guardia, al contrario, significa que tenemos que ser tan exigentes con nosotros mismos como lo somos con los niños. En las tutorías suelo hacer hincapié en la importancia de dar autonomía y responsabilidad a los niños (junto con el amor que se espera de unos padres), siendo exigentes con ellos ya que es así cuando más seguros y valorados se sienten. Esto implica que ante sus debilidades busquemos la superación, vías de mejora que les permitan crecer personalmente pero que debemos comprender que forman parte de sí mismos, de su carácter o su temperamento, de lo que han vivido o de como se les ha educado.


Quererles por lo que son, por como son, no por lo que queremos que lleguen a ser.

domingo, 2 de octubre de 2016

Estatuto de autonomía

Lagrimillas, nudos en la garganta, temores, dudas, inseguridades... Nos hemos ido de convivencias dejando a las mamás y los papás al pie del autocar con todos estos sentimientos. Por contagio, algunos niños subieron así al bus.


Para tranquilidad de todos y de cara a futuras excursiones y viajes, debo deciros que después de tomar la primera curva, estas emociones desaparecen y dejan espacio a ese espíritu aventurero y a esa sensación de sentirse mayor por dormir fuera de casa que solo las "señoritas" sabemos despertar. Por otro lado, la responsabilidad de viajar con niños de 1º de Primaria (y hasta 5º) y el compromiso de cuidarlos como si fueran tus hijos es enorme. Eso sí, la recompensa es mayor.

Excepto casos puntuales -y sintiéndolo mucho-, la realidad es que los niños no preguntan mucho por sus papás a lo largo del día. Tampoco les damos muchas oportunidades. Un horario lleno de actividades al aire libre es la mejor prevención para la añoranza. 

Las situaciones más delicadas son las comidas, las cenas y la hora de acostarse. La noche y el silencio despiertan la necesidad de tener a los papás (sobre todo a mami) cerca. De nuevo, las "señus", que en esos días nos convertimos en una segunda mamá, logramos distraer sus cabecitas de estos pensamientos con bastante facilidad. Un cuento, un juego, el plan del día siguiente o un ratito de compañía a los pies de su cama y el cansancio hace el resto.



Las convivencias tienen cosas muy positivas; la primera es exactamente eso: enseñan a convivir. Compartir espacios, ceder al repartir las literas, invitar a las chuches que llevo en la mochila, ayudar al amigo que ha perdido un calcetín en la inmensidad de su maleta... A las profesoras nos dan mucha información sobre la personalidad de cada niño y el nivel de autonomía y responsabilidades que se le exige en casa.



A raíz de esta experiencia, os animo a delegar más en vuestros hijos. Hay muchas cosas que son capaces de hacer por sí mismos desde los 5 o 6 años: ducharse, preparar su ropa, vestirse, hacer su cama, recoger su ropa sucia, preparar su mochila, mantener ordenadas sus cosas, desarrollar unos hábitos de higiene personal y de buena presentación, comer solo y usando correctamente los cubiertos, recoger la mesa,...

Ya he perdido la cuenta de cuantas veces habré citado esta frase de Maria Montessori pero la comparto al 100%: