sábado, 30 de mayo de 2015

Grown woman

Cada 30 de mayo sumo un año más a mis hombros pero, aunque parezca contradictorio, últimamente me resultan más llevaderos. Tengo la inmensa suerte de:
  • Estar rodeada de mucha gente que me quiere y me aprecia.
  • Ser maestra: dedicarme a lo me gusta y me llena y vivir rodeada de niños que me aportan alegría, cariño, ingenio, creatividad, ilusión, energía, motivación,...
  • Ver cómo mis objetivos se van cumpliendo.
  • Hacer nuevas y bonitas amistades.
  • Perseguir nuevas metas que me alientan a seguir mejorando y creciendo personal y profesionalmente.

Las corrientes pedagógicas actuales basan el aprendizaje y desarrollo de los niños en el constructivismo. Buscan despertar el interés de los alumnos para que, a través de la experimentación, la vivencia y la participación activa sean los protagonistas de su propio proceso de aprendizaje de forma cada vez más autónoma. Yo añadiría que esfuerzo, perseverancia y tesón son cualidades que todos deberíamos entrenar en los niños para asegurar el éxito como adultos. 

En los últimos días, contagiada del optimismo ajeno, procuro inundar mi mente de pensamientos positivos: lo bueno llama a lo bueno. Confiar en uno mismo y luchar por aquello que deseas y que ya sientes que mereces antes de lograrlo es la base para alcanzarlo. Y no solo mi mente, los niños tienen que oír cosas buenas, no sólo sobre ellos, también sobre la vida. Cuando el adulto critica o se queja en voz alta introduce en el subconsciente del niño un pensamiento negativo y de desengaño que reproducirá en una situación que él considere similar. Recibir señales de confianza y de apoyo que les impulsen a perseguir sus sueños y a desarrollar sus habilidades consiste en ver el vaso medio lleno, intentar sonreír a la vida.

Por último, la autonomía, como factor clave del desarrollo. Dar libertad de movimiento y acción al niño será una garantía de éxito a medio y largo plazo. 

Hoy cumplo 31, que ya son años. Hace 31 que empecé a dar mis primeros pasitos de gigante.

lunes, 25 de mayo de 2015

Contradicciones

Los volvemos locos. Les decimos no grites chillando y enfadados. Les prohibimos el móvil pero les dejamos el Ipad o al revés. Les pedimos silencio para poder hablar nosotros. Les ponemos películas de súperhéroes, espadas, luchas o princesas aventureras pero les decimos que no los copien ni jueguen a ser ellos. Después les regalamos el disfraz. Les enseñamos cosas que no pueden comer o tocar. Les pedimos que recojan desde el sofá, con los pies encima de la mesa. Queremos que sean creativos, pero les pedimos que no se salgan de la raya al pintar. Les prohibimos la tele pero siempre está encendida como voz en off. Les damos prisa por las mañanas pero los acostamos tarde por las noches. 

Y así, infinidad de contradicciones que inundan el día a día del niño, que al final, no sabe exactamente qué esperamos de él.


En consecuencia, es normal que no siempre hagan lo que consideramos lógico. Parece que nos desobedezcan, pero no siempre es así. Muchas veces les hacemos luchar contra una tentación inmensa: "Si mamá me ha regalado el disfraz de Spiderman, ¿será para trepar, luchar contra los malos, rescatar a los buenos, no?"; "si papá no me deja el móvil porque no es para jugar, pero sí me deja el Ipad... o mami me deja su móvil... ¿entonces qué es lo que no puedo usar? y ¿cuándo?...

Es importantísimo poner normas y límites realistas que ayuden a los niños a construir su propia personalidad. Dichas normas se deben basar criterios claros, coherentes y bien definidos en el entorno en el que el niño madura, para garantizar su eficacia así como la seguridad en sí mismo y el bienestar del niño. Ya lo decía Lope de Vega: "Todos a una, Fuente Ovejuna".

Es conveniente que, una vez determinadas las normas por parte de padres y adultos del entorno del niño, éste las conozca y las respete. A partir de ahí, lo mejor es "dejarle tomar sus propias decisiones". Es la mejor manera de dejarle crecer y de ayudarle a responder de forma crítica y adecuada a los obstáculos con que se va a encontrar a lo largo de su vida.


miércoles, 20 de mayo de 2015

Experiencias

Esta semana estoy viviendo muchas experiencias profesionales y personales que me están ayudando a darme cuenta de que ser feliz no debe ser un fin en la vida, sino un medio de vida. Los tópicos de "encontrar la felicidad en las pequeñas cosas" o de "no es un estado, es una decisión" no son del todo falsos pero tampoco del todo ciertos. Hay una frase que citó en su día mi profesor de Didáctica General y que no olvido:

Si yo cambio, aunque nada cambie, todo cambia.

Es difícil ser feliz en algunas situaciones. Los problemas y sinsabores de la vida, los altibajos en nuestras relaciones personales, los contratiempos, los disgustos... No todo lo que vivimos (por no decir casi nada) depende de uno. De lo que sí somos absoluta e individualmente responsables es de como lo vivimos. Morfológicamente actitud y aptitud sólo se diferencian en una letra, pero a nivel semántico la diferencia es sustancial. La actitud lleva a la aptitud.


Tengo una buena amiga que me está enseñando la cara más positiva de las cosas, y así, en positivo, es precisamente como hay que educar a los niños. Alejar de ellos malas palabras, gestos despectivos, menosprecios, críticas... y apostar por la energía positiva, transmitirles seguridad y confianza, la capacidad para valorarse y reconocer los propios logros. Y yendo un poco más allá, entrenar la habilidad para ver lo bueno de lo "malo" de cada uno. Todos tenemos defectos o aspectos a mejorar, pero no es lo mismo asumirlos y resignarnos que aceptarlos con el convencimiento de que todos podemos cambiar.


Educar en positivo no es hacer la vista gorda ante una mala conducta, no es no corregir o no poner límites, no es hacer creer al niño que tiene unas habilidades excepcionales en aquello que es torpe. Educar en positivo es corregir el mal comportamiento y exigir al niño mostrar lo mejor de él, con cariño. Es poner límites realistas y coherentes con nuestra manera de vivir, es ayudar a ganar destreza en aquello para lo que no ha nacido y potenciar y reconocer los pequeños logros.

Diré más, educar en positivo es educar con el ejemplo. Por eso, la experiencia de un niño que oye lamentarse continuamente, expresar quejas de todo y/o todos, criticar a los demás y a uno mismo, mostrar cansancio o pereza, desprecio o burla del prójimo... de la boca de sus padres o maestros, es difícil que consiga ser positivo, y en consecuencia, que sea feliz.


viernes, 15 de mayo de 2015

Tu primera red social

Tecnología, redes sociales, comunicación,... Vivimos una vida virtual, cada vez más cercana en la distancia pero más lejana con quienes nos rodean.

 

Pero hay una red social distinta, una que no está valorada ni actualmente reconocida:



Es red, une y reúne a un grupo de personas vinculados, en este caso, por motivos afectivos. También red en el sentido de rescate y seguridad. Es social porque nos permite relacionarnos, convivir, compartir nuestras emociones y experiencias en primera persona.


Enseñar a los niños a querer y a valorar a sus familias es... ¿sencillo?: afecto, cariño, seguridad, límites, autonomía, orden, cooperación, sinceridad, generosidad, respeto, entrega, empatía, independencia, unidad... Sí, es sencillo porque transmitir estos valores es prácticamente inherente a la propia entidad que constituye la familia.

Todo esto se logra educando en valores y emociones. También es tarea "fácil". Quizá la bondad es la más global de las emociones, porque alguien bueno, probablemente sea también generoso, respetuoso, sincero, empático... Educar en la gratitud también es garantía de éxito. Porque agradecer es valorar al prójimo, comprender, mostrar cariño... Y un niño bueno y agradecido, es muy posible que sea justo. Justo en sus juicios y opiniones, en sus acciones y reacciones. Lo que decíamos, "fácil".



Es en el marco familiar donde podemos incidir con mayor garantía de éxito en la transmisión de estos valores, donde podemos inundar la sangre de los niños de conductas "S" que generan actitudes "A" y evitar las conductas "R", causantes de actitudes "D".

Os deseo muchas eses.

domingo, 10 de mayo de 2015

Comme il faut

El subtítulo de este blog es una cita de Maria Montessori y curiosamente, nunca le he dedicado un post comme il faut. Si soy sincera, no soy una experta en su metodología pero lo que conozco de ella me resulta fascinante. 

Hace unos días recibí un enlace titulado "19 mandamientos de Maria Montessori para los padres de familia" y aunque se basan en una teoría pedagógica desarrollada hace más de 100 años, están de plena actualidad. Sus preceptos, basados en la autonomía, el afecto y la educación desde el ejemplo, son hoy las principales inquietudes de padres y maestros.


Para Montessori, si un niño no logra ser independiente, tampoco puede ser libre. Ser independiente significa saber escoger lo que es mejor para uno mismo. Para educar a los niños en este aspecto debemos ofrecer un entorno lleno de situaciones que le inviten a tomar decisiones. Esto no quiere decir que ofrezcamos una carta para cenar o que su armario esté repleto de ropa que él tenga que combinar a su criterio. Se trata de crear un ambiente con experiencias que responda a sus necesidades de desarrollo para que escoja aquello que es bueno para él y desarrolle conductas favorables.

Por poner un ejemplo, cuando decimos a un niño que no trepe a un árbol, va a dedicarse en cuerpo y alma hasta lograrlo, con o sin autorización del adulto. En cambio, si disponemos un entorno atractivo a sus necesidades e intereses, es probable que sea capaz de escoger aquello que más le estimule y le interese, que suele coincidir con lo que es más adecuado para su desarrollo.

Muchachos trepando a un árbol. Goya.

Un ambiente atractivo significa crear un entorno organizado que principalmente responde al orden, a la seguridad y también a la belleza. Supone enseñar, con el ejemplo, a cuidar los materiales, siempre a su alcance y de la vida real, combinado con un clima cálido y afectivo que propicie unos vínculos fuertes con maestros y compañeros.

Todo esto se puede trasladar a casa. Invitar a Maria Montessori a nuestras aulas, nuestras casas o nuestras vidas, como mínimo va a favorecer la autonomía, la seguridad y el afecto de los más pequeños.

martes, 5 de mayo de 2015

CríTICa

Oír la "Buenos días Javi y Mar" en Cadena 100 de camino al cole ofrece una variedad de informaciones de lo más completa. Cuando aparco sé el tiempo del día, lo barato que es comprar vuelos en determinadas fechas, las diferencias entre el pensamiento masculino y femenino respecto a un tema, la curiosidad internacional más googleada así como las situaciones más insólitas de la gente de a pie. Eso sumado a las risas que me saca la encuesta absurda y las incursiones en el inglés de sus colaboradores. Siempre me pierdo la encuesta infantil que emiten a las 9:00h, ¡una lástima!

Pues bien, en Cadena 100 dieron el siguiente titular hace unos días: "Una investigación de la Universidad de Boston dice que los niños menores de dos años y medio que usan los teléfonos inteligentes o tabletas tienen un retraso significativo en el desarrollo de sus habilidades visuales y motoras."


Los investigadores consideran que los smartphones y tabletas no sólo afectan al desarrollo cognitivo y motor, también al emocional.


Lo que el artículo describe es algo que se puede comprobar en las aulas: los niños que ocupan su tiempo de juego en las tabletas lo hacen en detrimento del que destinan a otras actividades, y como digo, esto se nota. La falta de agilidad en los dedos y en las manos, la escasa conversación y baja creatividad quedan plasmadas en cualquier tarea que implique la intervención de estos elementos: pintar, dibujar, romper o arrugar papel, enganchar, dialogar, iniciar conversaciones, interpretar pequeños cuentos o responder preguntas sobre ellos...


El uso frecuente de estas tecnologías afecta significativamente al desarrollo motor (fino y grueso) y en habilidades, especialmente visuales; por no hablar de lo poco saludable que es el consumo excesivo de imágenes a gran velocidad y de las ondas que permiten la navegación.  A pesar de que hay aplicaciones que se definen educativas o didácticas, lo cierto es que en etapas tempranas, son mucho más enriquecedoras las relaciones sociales y el juego manipulativo que la frialdad de una tableta. 

Es cierto que usan el móvil de forma espontánea, con dominio. También es cierto que les distrae -les absorbe- y se portan bien cuando lo tienen entre manos, pero ¿a qué precio? Los niños tienen que aprender a portarse bien a cambio de nada, a encontrar diversión en el aburrimiento, a ser creativos en el juego... además de que necesitan ejercitar sus habilidades viso-motoras por vías experimentales. Dejarles usar el móvil "a demanda" es un límite a todo lo anterior.