lunes, 6 de junio de 2016

¡Sesión de gimnasio!

De nuevo Aitor Zenarruzabeitia nos ha dejado a todos con la boca abierta. El pasado sábado disfrutamos de una nueva sesión de formación en el colegio con este artista de la educación. Artista porque no he visto persona en el mundo de la docencia más creativa y con más capacidad de desprender energía y contagiar su entusiasmo que él; y lo mejor de todo es que los transmite sin hablar.

Lo que se suponía que iba a ser un curso sobre motricidad fina termino siendo una verdadera sesión de gimnasio centrada en las extremidades superiores. La música, como no podía ser de otra manera, fue durante toda la jornada la mejor aliada del Aitor. Empezamos la clase con un poco de zumba para entrar en calor.



Y a partir de ese momento, todo valía. Teníamos dispuestos un sinfín de materiales de lo más variado: gomas de varios tamños y grosores, cadenas, cuerdas, rafias, barro, tuercas, boti-botis, maracas, peonzas, coches, pelotas de pin pon, tarjetas de hotel, globos, papel burbuja, guantes de plástico, palillos chinos, cordones, cuentas, talco, tuercas, cremalleras, canicas, antifaces,... No podemos llegar a imaginar la cantidad de material que puede ser útil para el entrenamiento de la pinza digital y el desarrollo de las habilidades motrices. 






En sus inicios, la escritura del imperio romano era en letra de palo, pero por una cuestión de eficacia, con la llegada del imperio carolingio se desarrolló la escritura "redondilla" o continua para poder ahorrar esas milésimas de segundo que había que hacer entre letra y letra para levantar el lápiz al escribir en mayúscula. El problema es que el ahorro no es tal si el aparato motor que acompaña a la escritura no es eficaz. Por otro lado, hay una cuestión de ergonomía: las tres yemas (pulgar, índice, corazón) deben intervenir en la sujeción del lápiz, la muñeca, el codo y el hombro deben ser flexibles y la presión y la fuerza del cuerpo adecuadas.

Según Aitor, la escritura no depende del utensilio que usemos, depende de la mano, de la dáctilomotricidad (dedos) y la quiromotricidad (mano). Para que la escritura salga perfecta, como todo ejercicio físico, requiere un entrenamiento. Desde el movimiento del hombro hasta la temperatura de los dedos, nuestro cuerpo necesita haber recibido un entrenamiento para automatizar e interiorizar dichos hábitos en nuestros procesos neuromotores y ser capaz de ejecutarlos de manera que permitan una escritura competente. Cualquier edad es buena para poner las manos en forma, así que no demos todo por perdido.




Desde el colegio, el entrenamiento debe ser diario y global y cuánto más cooperativo mejor. Hay que buscar sistemas con los que entre ellos mismos colaboren, se ayuden, hagan de profesores con aquellos que les cuesta más. Presentar en el aula actividades para hacer en pareja, en pequeños grupos, nombrar un pequeño grupo de profesores ayudantes, usar ritmos buscando el unísono del grupo, hacer dictados rotativos... les va a permitir que todos pongan ganas e ilusión en que las tareas salgan bien, porque la tarea de cada uno depende del esfuerzo de los demás.

La conclusión a la que llego como maestra es que, si queremos que la escritura sea competente, esto es, bonita, eficaz, comprensible, ágil, ergonómica, etc.; debemos entrenar las partes de nuestro cuerpo implicadas en el proceso. Y cuanto antes, mejor. A parte de lo muy divertida que fue la sesión, os puedo asegurar que llegué a casa ¡con agujetas en las manos!

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