lunes, 27 de julio de 2015

Sin vacaciones

Con "mi experiencia" me atrevo a decir que no todo vale, no todo se tiene que tolerar, porque la educación también se produce en lo que no se permite.



He leído la definición que da Enrique Rojas sobre educación y que cito a continuación:
En la educación no hay vacaciones. Educar es convertir a alguien en persona. Educar es hacer que un ser humano tenga criterio y dignidad. Es seducir con modelos sanos, atractivos, coherentes y llenos de humanidad. Educar es seducir con los valores. Atraer por encantamiento y ejemplaridad hacia lo mejor.
La permisividad y el consentimiento son "pan para hoy y hambre para mañana". Tranquilizan al niño en un momento de rabieta o enfado, lo distraen mientras atendemos otras obligaciones y lo entretienen mientras hablamos o descansamos pero nada más. 

A largo plazo, todas estas concesiones pasan factura. Resultará mucho más complicado decir no y lograr la obediencia cuanto más tiempo tardemos en empezar a utilizar la autoridad y el respeto como valores educativos. 


A veces es difícil mantenerse firme en una posición determinada ante niños pequeños. Los queremos, los vemos tristes o enfadados, pensamos que lo están pasando mal a causa de una orden o de una prohibición y es entonces cuando cedemos. Sin embargo, las barreras que van encontrando en su camino les ayudan a formar una personalidad y a desarrollar una conducta basada en valores y en el respeto a los mayores que les ayudarán a superar obstáculos mayores en el futuro.

Las vacaciones escolares y laborales no incluyen las educativas. La educación de un niño se forja en cada minuto de su infancia, en lo que hace y en lo que deja de hacer, en lo que fomentamos y en lo que limitamos. 


Así que no cabe otra que aceptarlo, nunca estaremos de vacaciones mientras haya niños a nuestro alrededor.

lunes, 20 de julio de 2015

Atender su atención

Tal y como dijimos en el post anterior, la atención, se puede trabajar en los niños desde sus primeros años de vida. Al principio, los periodos atencionales son cortos y cambian rápidamente; en cuanto aparece un nuevo estímulo que despierta mayor interés que el anterior, eso sí, durante ese tiempo la atención es focalizada y exclusiva: cuando algo despierta su curiosidad, les atrapa al 100%.


Según van creciendo, podemos empezar a apreciar la aparición de la capacidad de atender de un niño fijándonos en el rato que es capaz de jugar a un mismo juego, de manera que, con 3-4 años pueden permanecer entre 30 y 50 minutos jugando a aquello que les gusta y entre los 5-6 años ese tiempo se prolonga hasta 1h 30 minutos. Al final de la etapa de infantil, un niño es capaz de relatar con mayor lujo de detalles lo que ha observado en una lámina o un cuento que se le ha explicado, demostrando cómo de atento ha estado observando y escuchando.

En esta etapa, la atención va dejando de ser de tipo involuntaria para ir convirtiéndose en voluntaria, por lo que es activa y exige un esfuerzo por parte del niño. No obstante, no se trata de un proceso milagroso ni completamente automático, sino que se va consolidando a medida que el niño va participando en nuevas actividades que el adulto le propone. Este logro es más eficaz cuanto mayor sea el grado de automatización de procesos y acciones sea posible, ya que esto les permite dedicar toda su atención a aquellas actividades de mayor complejidad. 

Otro factor que influye e impulsa el desarrollo de la atención es la aparición de la función planificadora del lenguaje que, junto con la atención voluntaria, permite a los niños iniciarse en el control de la orientación de su atención.

Para entrenar la atención es recomendable hacer actividades cortas de unos 10-15 minutos, que se vayan alargando según el niño vaya madurando en este aspecto. También es bueno que exijan un alto grado de participación del niño, siendo a su vez muy motivadoras y atractivas, de manera que este se dedique en cuerpo y alma a aquello que está haciendo. Los juegos que activan la percepción visual y la memoria tienen un beneficio directo sobre la atención, por eso cuando ya han cumplido 4 años, los juegos como el dominó, el memory, el veo veo, el ¿Quién es quién?, el Lince, juegos con los dados y las cartas, así como aquellos que implican la alternancia de turnos son muy recomendables para desarrollar la capacidad de atender. 



Lejos de lo que pueda parecer, las nuevas tecnologías no son una herramienta adecuada para trabajar la atención. Es cierto que absorben a los niños y se concentran durante un largo periodo de tiempo pero eso no implica que se estén trabajando las funciones superiores del cerebro. Es recomendable limitar y controlar el uso de tabletas y móviles en edades tempranas ya que un abuso puede, no sólo no beneficiar al desarrollo de capacidades como la atención, sino que puede ser perjudicial.

Y es que prestando atención es más fácil aprender cualquier cosa.

lunes, 13 de julio de 2015

Attendĕre

Dice la RAE:

Atención: (Del lat. attentĭo, -ōnis). 1. f. Acción de atender. 2...


Atender: (Del lat. attendĕre).
1. tr. Esperar o aguardar.
2. tr. Acoger favorablemente, o satisfacer un deseo, ruego o mandato. 
3. intr. Aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible. 
4. intr. Tener en cuenta o en consideración algo.
5...

Como vemos, la capacidad de atender requiere voluntad, intención. Es importante distinguir entre déficit de atención (disfunción crónica que provoca dificultades de aprendizaje y que requiere un diagnóstico) y las conductas con falta de atención, las cuales, según un estudio, "no tienen una causa estrictamente neurocognitiva sino que presentan una naturaleza evolutiva/intelectual (la tarea o situación es demasiado compleja para el nivel de desarrollo de la persona), orgánica (déficits sensoriales, enfermedades, factores motivacionales, características temperamentales, factores transitorios –sueño, hambre, cansancio, estrés, etc.-, etc.) y/o ambiental (características físicas de los estímulos, de la tarea, de la situación, distractores, etc)". 


En dicho estudio resaltan lo siguiente al respecto: "La atención, y sus diferentes características, es uno de los aspectos neurocognitivos más susceptibles a la maduración. Probablemente hasta los 16 años o más la función del mecanismo atencional no termina de estar consolidada en el ser humano".

A nivel pedagógico hay cuatro características para evaluar la atención: amplitud (la cantidad de estímulos a los que se puede atender al mismo tiempo), su oscilamiento (la capacidad de seleccionar y cambiar el foco atencional), su intensidad (la capacidad de mantenimiento atencional y respuesta) y su tipo de control (el equilibrio entre el control automático y el control voluntario del mecanismo atencional). Entrenar estos cuatro aspectos favorecerá el correcto desarrollo de dicha capacidad del niño. En próximas entradas presentaremos distintas formas de trabajarlos.


Estemos atentos para que no se nos pase el momento de ayudar a los niños a atender.

martes, 7 de julio de 2015

Incógnitas

He leído en un post que las rabietas son el resultado de una subida de los índices de adrenalina y cortisol en nuestro cerebro como respuesta a los sentimientos de miedo, angustia, frustración, desvalorización, impotencia, enfado, juicio… que  provoca una reacción emocional descontrolada en los niños.


En el mismo artículo, apuestan por cambiar de paradigma y ofrecer al niño en esos momentos la serenidad que le falta a través de muestras de cariño y poniendo nombre a los sentimientos que está viviendo. También reivindica la importancia de conocer el motivo profundo que causa cada rabieta para evitarlo en el futuro. Además, nos invitan a no reprimir los sentimientos de los niños, si no a ayudarles a expresarlos, poniendo en valor cómo se sienten y por qué.

Estoy de acuerdo hasta cierto punto. 

En primer lugar, las rabietas no siempre son la respuesta a la impotencia o al enfado. A partir de los 3 años, los niños empiezan a "independizarse": buscan su propia identidad e intentan definir su propio yo. Como son pequeños para hacerlo solo a través del lenguaje, a veces recurren a estos mecanismos. En otras ocasiones es una demanda de atención con garantía de éxito.



Por un lado, creo que la sentencia de Supernanny "cuando te calmes, te atiendo" es una de las mejores maneras de enseñar al niño a autocontrolarse. Mostrar indiferencia, que no sentirla, ayuda al niño a cesar en su enfado. Tu a lo tuyo, pasará.

El autocontrol es una habilidad imprescindible en la vida ya que nos permite mantener relaciones sociales estables, desarrollar nuestra personalidad de manera segura y convivir con quienes nos rodean sin que impere el egoísmo. El niño capaz de controlar sus emociones va a lograr conocerlas y conocerse mejor, cosa que le ayudará en su desarrollo.



Es obvio que cuando un niño se pone a patalear en la calle porque quería un coche que se ha olvidado en casa, el motivo profundo de su enfado no es el coche; pueden ser los celos, el estrés que le hemos transmitido para salir de casa, la inseguridad que le genera el hecho de la separación de los papás al llegar al cole... Pero en ese momento, bajo mi punto de vista, no se le debe ofrecer un beso y un abrazo aprobando su comportamiento. La primera reacción del adulto debe ser la que invite al autocontrol. Sin histerismos ni amenazas; con naturalidad y un tono de voz que transmita exigencia comprensiva. Tras el berrinche, cuando el niño ya sea capaz de hablar y razonar (no antes), podemos llamar por su nombre a los nervios o el enfado y preguntarle qué le ha pasado y si se siente mejor.


Siempre es bueno que el niño conozca las consecuencias de sus actos ya que si puede anticipar lo que va a pasar, aprenderá a gestionar mejor sus emociones e impulsos. Así, podemos ayudar a desarrollar esta capacidad de autocontrol que le permita reconocer sus emociones y tratar de expresarlas de otra manera.

Por otro lado, cuando la pataleta se puede detener antes de llegar a su máximo apogeo, es recomendable desviar la atención del niño y centrar su atención en otra cosa evitando ese momento de falta de control. 

Lo mejor para un niño es algo difícil de concretar. El adulto tiene que intentar ofrecerle seguridad y afecto a través de sus conductas y sus acciones en cualquier circunstancia; el cómo dependerá del quién, cuándo, dónde y por qué... Incógnitas...

miércoles, 1 de julio de 2015

Hecho realidad

Muchas veces el dibujo es una actividad que entretiene y divierte a los niños, sobre todo a aquellos quienes tienen las manitas predispuestas a coger los lapices y colores.

Cuando un niño empieza a dibujar, los garabatos no tienen ningún significado, al principio son líneas o puntos, luego garabatos descontrolados que emborronan toda la superficie. En esta fase, conviene dejar libertad de exploración al niño, ofreciéndole materiales variados para pintar en grandes soportes. 


El primer gran salto artístico surge con el garabateo controlado. El dibujo empieza a cobrar vida y a aislar elementos que ya tienen un significado y nombre muy evidente para el autor, no tanto para el espectador. Y poco a poco, como quien no quiere la cosa, un día sale una redonda a la que pondrán dos bolitas y habrán hecho su primera representación del cuerpo humano. Tras esto, la boca, quizá la nariz, el pelo, las larguísimas piernas (¡quién las pillara!), los brazos que salen como cohetes de la cabeza... Y se darán cuenta de que faltan las manos, los pies, las orejas. Por último, un día le pondrán tronco y cuello y entonces, habrán completado su primera figura humana.



Amaro (una de mis Abejas) y sus hermanos, por ejemplo, van a regalar a su papá un dibujo por su próximo cumpleaños. Para ellos el resultado es el mismo que para un artista consolidado: arte, significado, belleza subjetiva. Alejandra Prat nos lo muestra en su blog para la revista HOLA, Entre papillas y mascarillas.

Pero cuando los niños empiezan a dominar el dibujo, los mayores tenemos la tendencia de intentar que pinten "algo": un sol como un círculo con palitos en su perímetro, o una casa formada por un cuadrado y un tejado... Es importante que dejemos que la copia de la realidad surja de manera natural y espontánea. Cuando un niño dibuja, debemos atender a su punto de vista, a sus objetivos y a lo que él ha interpretado y pretende representar. Por abstracto que nos parezca, es su manera de plasmar la realidad.



Lo que pocas veces logramos es el proceso inverso: que vean sus dibujos realidad. Pues bien, esto es posible. Existe una empresa, Child's Own Studio que se dedica a convertir las creaciones 2D de los niños en peluches y muñecos, rozando la exactitud.










Ver más aquí.

¿Os imagináis lo que supone para un niño tener entre sus manos un muñeco diseñado por él mismo? ¡Qué chulada!