lunes, 25 de abril de 2016

De su puño y letra

Ya habremos mencionado que no hay una ley donde se exprese la obligación de que los alumnos de infantil tengan que saber leer y escribir. Cada colegio y cada profesor pone los límites allá donde cree que los alumnos pueden llegar.

La semana pasada celebramos la "Semana del Libro" en el colegio. Visto con un fin de semana de perspectiva me siento feliz y satisfecha, el viernes pasado no podía decir lo mismo.

Mis alumnos de P5 han escrito su propia Leyenda de Sant Jordi para celebrar una tradición catalana que también han conmemorado representando obras de teatro e improvisaciones, haciendo manualidades, disfrazándose... Para ellos ha sido una semana divertida, llena de experiencias y de cambios. Para mi ha sido una semana intensa que ha exprimido cada gota de mi energía, no obstante, también ha sido muy gratificante.

Sin lugar a dudas, lo más extenuante ha sido el dictado de las 8 páginas que dura nuestra versión de la famosa leyenda. Porque un dictado en P5 no es cosa de diez minutos. Dividiendo a la clase en 3 rincones de aprendizaje que iban rotando de actividad para poder trabajar de forma más personalizada, lápiz en mano y pauta preparada hemos ido escribiendo y borrando lo que nuestro oído identificaba o lo que nuestro cerebro interpretaba, que no siempre coincidía. Empezamos. Nombre por detrás y nos situamos en la parte superior izquierda de la pauta. 

Para que os hagáis una idea; la primera página dice: "En un pueblo llamado Montblanc vivía un terrible dragón". Si ahora os dijera que la copiarais, la mayoría de vosotros no necesitaría volver a leerla, pero la realidad es otra. Para ellos hay letras que suenan pero que son "azúcar" en el papel, ¿para qué escribirlas?. Otras que aunque suenen, no sé como se dibujan así que hago la que mejor me sale para cubrir ese hueco. Ya os digo que escribir en P5 es una actividad de alto nivel para la que hay que irse entrenando cada día. 

Para que os hagáis una idea:

Yo: "En. Eeeeeeeeeeeennnnnnnnnnnnnnnnnnnn"
Alumno: ¿la primera en palo?
Yo: sí
Alumno: ¿cómo era la E en palo?
Yo: palito para abajo con sombrero, zapato y cinturón.
Alumno: ah! ya sé.
Yo: muy bien.
Alumno: ¿y ahora? ¿qué teníamos que escribir?
Yo: Ennnnnnnnnnnnnnnnnnnnn (señalo mi boca al pronunciar una "n" eterna)
Alumno: la n.
Yo: ¿todos listos?, dejamos un espacio (y cada uno pone su dedito al lado de la "n" de "En")
Yo: uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuunnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn (señalo mi boca al decir la "u")
Alumno: ya estoy.
Yo: uunnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn
Alumno: ¿la "n" otra vez?
Alumno: ¿dos puentes o tres?
Yo: Sí. Es la nnnnnnn no la mmmmmmmm. Dos. Dejamos un espacio.
Yo: Ppppppppuuueeblooooo
Yo: p-uuuuuu-eeeeeeeeeblo
Yo: pueblo se escribe con "b"
Alumno: ¿cómo es la "b"?
Yo: como la "l" pero con lacito. Manita, globito y pie con lacito.
Alumnos: ¿así?
Yo: Sí.
Yo: puebllllllllllllllllllllllo-o-o-o. Dejamos un espacio.
Alumno: Srta., ¿me borras?
Yo: vivía. Vivía va con "v".
Alumno: ¿cómo es la "v"?
Yo: puente, barrigota y lazo.
Alumno: Ah! ¿la de mi nombre?
Yo: sí
Alumno: ¿en palo?
Yo: no
Alumno: Srta., ¿me borras?
...


Lo dejo aquí...

Ah! y entre medio: Pepito coge bien el lápiz, "pistola"; Pepita siéntate recta; los del escenario de lego hablad más bajo, por favor; sí, puedes ir al baño Manolita; Manolito atento, repito: "eeeeeeeeeeeeeee-nnnnnnnnn"... Por los pelos no acaba Sant Jordi haciendo la mili en Móstoles y el dragón friendo empanadillas.

Eso sí, ha sido sorprendente que el nivel de esfuerzo que han puesto en la mayoría de los casos haya ido creciendo en paralelo a la motivación y a la ilusión de saberse autores de su propio libro. Yo estoy orgullosísima del esfuerzo y del trabajo de todos.



Uno de mis alumnos, Javier, tenía que hacerse una revisión médica y llegó tarde al cole. Al entrar en la clase me dice: "Buenos días Srta. Ana, ¿habéis hecho ya la página de hoy de la leyenda?" a lo que yo respondí que no. Sonriendo me dice "uf, he querido venir sólo para esto".

Sarna con gusto, no pica.

lunes, 18 de abril de 2016

Al pan, pan y al vino, vino

Los niños convierten en una obviedad cualquier cosa.


De este vídeo sacamos dos informaciones:

1. La vida es mucho más sencilla si la vivimos con alma y pensamiento de niño, sin complicaciones. Los niños hacen lo que se les ocurre cuando se les ocurre, sin dobleces y sin vergüenza, hasta que descubren la diferencia entre el bien y el mal. Pero este sería otro post.

2. El aprendizaje de la lectura es complicadamente simple. Complicado porque leer es encadenar sonidos que están representados por unas grafias que se llaman de una manera y se pronuncian de otra (p = "pe" = /p/). Y no sólo eso, además tenemos que comprender lo que significa esa suma de letras para luego ser capaz de comprender lo que pone en una suma de palabras. 



Sin embargo, en el otro lado de la balanza juega un peso pesado: la motivación por saber leer y escribir. En la mayoría de los casos, el interés del niño por la lecto-escritura va creciendo hasta que se siente autónomo e independiente en estas tareas. De ahí que sea un aprendizaje simple.

El ejercicio de lectura que hace el niño del vídeo no es el más adecuado para aprender a leer. Al deletrear las grafías que él ve sin reproducir sonidos, está convencido que la "uve doble, e, ele,..." forman la palabra alfombra. Lo ideal es que el niño viera la palabra como un todo y la asociara a dicho objeto: ALFOMBRA, compuesta por los sonidos /a/, /l/, /f/... representados por las letras "a, ele, efe..." El hecho de que el niño vea su nombre escrito en todos sus objetos personales hace que lo reconozca como un todo y sea capaz de "dibujarlo" sobre el papel y de reconocer las letras que lo componen, su orden,...

Estamos en plena Semana del Libro, ya que el día 23 celebramos el día mundial del libro, recordando la muerte de dos grandes escritores, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, así como la tradición catalana de la fiesta de Sant Jordi. Ya tenemos excusa para disfrutar y rodearnos de libros e inculcar en los más pequeños el hábito de una buena lectura. 

lunes, 11 de abril de 2016

Vence pero no convence

"Autoridad: Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia". Diccionario RAE.


El pasado lunes, Maria Rosa Espot, Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Barcelona, Doctora en Humanidades por la Universitat Internacional de Catalunya y experta en autoridad, además de maestra durante muchos años; estuvo dando una charla al profesorado de mi colegio. Según dice, la autoridad es una relación educativa caracterizada porque el niño reconoce las cualidades del educador (saber, saber hacer, consejos, valores, acciones, actitudes...), ya sea padre o maestro, como válidas; como modelo a seguir.


A pesar de que la autoridad es una cualidad que todos los adultos buscamos dominar para poder educar a los niños que nos rodean, es "un bien que escasea", en palabras de Espot. Sin embargo, tal y como ella misma dice, "es imprescindible para una buena convivencia".


Ahora bien, ¿cómo tener autoridad sin ser autoritario? Por que no es lo mismo que a uno le reconozcan las cualidades y convicciones propias para tomarlas como referencia frente al hecho de exigir obediencia incondicional sin dar razones convincentes. Pues bien, la respuesta es sencillamente complicada: siendo el vivo ejemplo de lo que queremos lograr en los niños. Tener y demostrar los valores que exigimos en ellos. Mostrar con nuestra actitud hacia ellos que pretendemos sacar lo mejor de sí mismos, buscar su bien y su aprendizaje, tener una paciencia infinita, actuar con prudencia y amabilidad, transmitir credibilidad siendo coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, ser optimistas, positivos y tener sentido del humor, mostrar amor e interés por las personas que están a nuestro cargo...


Y es que los gritos, las broncas y las exigencias que no van respaldadas por la actitud y la conducta que exigimos, vencen, por que logras que el niño te obedezca, pero no convencen por que no podrá tomarte como referente.


A mí, la idea me convenció. 

miércoles, 6 de abril de 2016

Un paso

Es lo que separa el amor del odio en las primeras amistades: un paso



La infancia es una etapa de muchos cambios. Parecerá una nimiedad pero las primeras relaciones sociales de los niños con personas distintas a las figuras de papá y mamá no son siempre fáciles o inmediatas. Sin embargo, éstas son importantísimas para el desarrollo del niño, tanto de sus habilidades interpersonales como a nivel cognitivo.


Los niños de 2 a 6 años avanzan en su concepción del entorno a través de la exploración y la observación así como de las relaciones con otras personas. Parten de una etapa egocéntrica en su desarrollo para ir llegando a una más socializada. Esto significa que al principio sólo conciben el mundo bajo su propio punto de vista: hablan para sí mismos (autoescucharse), juegan solos al lado de los demás, lo que no alcanzan a decir con palabras lo hacen con su cuerpo, quieren hacer las cosas a su modo, les gusta la sensación de posesión y pertenencia. Según van cumpliendo años, poco a poco van ampliando su manera de comprender la realidad que les rodea: hablan para ser escuchados y compartir sus propias experiencias, escuchan otras opiniones y las aceptan o rebaten empezando a dialogar, juegan con otros niños organizando el juego para la diversión de todos, buscan apoyos entre iguales...

Así va surgiendo la empatía, virtud que no deberíamos dejar de practicar nunca.

Ahora bien, en estas edades, un día se adoran y al siguiente se detestan. Es importante que en estos vaivenes sean ellos mismos los que, con su criterio decidan de quién se quieren rodear en cada momento. Tampoco es bueno pensar que todas las amistades que nacen en edades tan tempranas van a ser para toda la vida.


Los adultos debemos enseñarles a tener la capacidad pensar por qué sí o por qué no les conviene una amistad, sin sobreprotegerlos. Dar autonomía en el juego y en la elección de amistades hace que el niño sea capaz de forjar lazos con quienes le hacen sentirse querido y respetado. 

Ya lo dice aquella frase: