martes, 29 de julio de 2014

Aquí y ahora

Si en el post anterior hablamos de atención, en este lo haremos sobre distracción, entendida como la capacidad de entretenerse.

Hoy en día parece fácil que los niños se entretengan. TV, tablets, móviles, consolas y algún juguete que al que las nuevas tecnologías aun no han podido quitarle su valor. Lo cierto es que no es tan sencillo. 



Todos somos conscientes de que un abuso de TIC's en los niños no es bueno, causa adicción, agresividad, aislamiento, sedentarismo, limita el desarrollo de las habilidades sociales y restringe el aprendizaje que proviene de la interacción con el entorno y a través del juego simbólico o entre iguales.

Por otro lado, el resto de tecnologías, sobre todo las relacionadas con la domótica, también están cambiando los valores que se transmiten en  nuestra sociedad. Hemos pasado de la cultura del esfuerzo a la de la comodidad: queremos bajar una persiana, apretamos un botón; queremos preparar una cena rápida, abrimos una bolsa de ensalada y hacemos un "vuelta y vuelta", los hornos tienen función pirólisis, los aspiradores funcionan solos, los microondas calientan en 30 segundos y los mandos a distancia lo controlan casi todo.



En definitiva: facilidad, comodidad, inmediatez y baja duración son los valores que transmitimos hoy con nuestro estilo de vida. Esto sería positivo si los niños, al mismo tiempo, percibieran otros como el esfuerzo, la paciencia o la duración y buena conservación (de sus juegos y juguetes).

Enseñar a un niño a distraerse es complicado porque requiere que, de forma autónoma, aprenda a sacar partido de cualquier cosa en cualquier situación y que, con paciencia y esfuerzo, construya un juego al que le apetezca jugar. Como la imaginación no siempre aparece en estos momentos, la creatividad no es una cualidad que todos tengamos desarrollada y tenemos que adaptarnos a los recursos que tenemos delante, muchas veces es más fácil decir al niño "coge mi móvil". 


Eso sí, si logramos inculcar el hábito de distraerse y jugar de forma autónoma, también habremos inculcado las virtudes de las que hablábamos: paciencia, esfuerzo, imaginación, creatividad, respeto por las cosas... Además de no tener niños siempre aburridos o enganchados a las máquinas.

viernes, 25 de julio de 2014

Es pura química

La capacidad de atención en los niños tiene mucho que ver con los componentes químicos (neurotransmisores, hormonas y péptidos) de nuestro cerebro. 

Así como la adrenalina abre un proceso que provoca el incremento de los niveles de atención y la acetilcolina los de sueño, Eric Jensen afirma, en Cerebro y aprendizaje, que bajo situaciones de estrés y amenaza, los procesos químicos del cerebro influyen en nuestras respuestas, significando un cambio probable en la conducta. 

Es frecuente encontrarse con niños que presentan altibajos atencionales durante el día. El cerebro cambia sus capacidades cognitivas durante estos ciclos, que se denominan ultradianos y que son clave para el desarrollo. Estos ciclos duran de 90 a 110 minutos y alternan una alta atención con una baja. En los momentos de baja atención es recomendable hacer pausas (mentales) de hasta 20 minutos, ya que éstas ayudan a incrementar la capacidad receptiva del individuo.

El cerebro "funciona mal" cuando se le exige una atención continua y elevada. Hay estudios que demuestran que la necesidad de atención constante en el aula es contraproducente porque, según indica Jensen, lo que aprendemos requiere un tiempo de procesamiento y otro para crear un nievo significado interior. Además, toda nueva experiencia o aprendizaje requiere su aplicación y generalización para ser adecuadamente interiorizado. 


El cerebro sigue procesando información antes y mucho después de que seamos conscientes de que estamos haciéndolo. (...), debemos permitir este tiempo creativo si queremos que se produzca un nuevo aprendizaje llevando a cabo actividades cortas de cualquier tipo, que interrumpan temporalmente el proceso atencional que se ha requerido para asimilar dicho nuevo conocimiento.

Fuente: Eric Jensen, Cerebro y Aprendizaje. Ed. Narcea 2010.

Algunos estaréis contentos de saber que, según James Maas, la siesta vespertina (de unos 20 minutos) para combatir la fatiga ayuda a pensar con más claridad y a trabajar mucho mejor después del descanso.

La falta de atención suele confundirse con problemas de disciplina, ya que el niño se muestra incapaz de atender a lo que se le está diciendo o de hacer aquello que se espera que haga, mostrando cierta falta de control. En ocasiones es causada por cuestiones genéticas, otras veces por incompetencia de maestros y padres a la hora de plantear actividades de aprendizaje. Siempre que no hablemos de trastornos como el TDA y el TDAH (cuyo diagnóstico debe ser realizado por un especialista), un déficit de atención puede "solucionarse" con estrategias de aprendizaje más activas, motivadoras e interesantes.

lunes, 21 de julio de 2014

¡¡¡UN GORRIÓN!!!

Como casi todas las cosas, el respeto es una actitud que se aprende del ejemplo, y no siempre...



No podemos esperar que la juventud de hoy sea educada si en la TV ven programas que se jactan de permitirse un vocabulario inapropiado y unos comentarios fuera de lugar. No podemos esperar que respeten a sus mayores aquellos niños cuyos padres hablan de ellos en forma despectiva. No podemos esperar que los niños respeten a sus padres si entre ellos se producen constantes faltas de respeto en el trato diario. No podemos esperar que los más pequeños respeten a sus profesores si cualquier decisión que éstos toman es cuestionada y desautorizada delante del niño.

Que respeten a uno es algo difícil de conseguir, tanto como de practicar respecto a los demás. Una de las herramientas más eficientes es la coherencia: hacer, decir y pensar en el mismo sentido hace más fácil que logremos un objetivo. Si actuamos con coherencia en lo que se refiere al respeto a los demás, es más probable que lo inculquemos en los niños de forma natural.


Los gritos, las amenazas y los castigos no siempre ayudan a los niños a entender qué rol tiene cada uno en la convivencia. Y es que, vale más una imagen que mil palabras...

jueves, 17 de julio de 2014

erre que erre

Siempre decimos que es importante que los niños aprendan a tomar decisiones de forma autónoma y con espíritu crítico, que para sean reflexivos y sepan argumentar sus ideas debemos conversar con ellos y ser coherentes en nuestros quehaceres diarios.

La personalidad y los gustos no son siempre educables. Con el ejemplo, enseñamos lo que está bien o mal, lo que se debe o se puede hacer y lo que no. Con la actitud, el vocabulario y las formas enseñamos a los niños sin apenas darnos cuenta. Son esponjas y lo absorben. Es más fácil que un niño sea muy aficionado al fútbol si sus papás o su entorno lo es.


El pensamiento de un niño se puede influir hasta conseguir que opine o actúe de forma totalmente inversa a lo que inicialmente había planeado. Con mano izquierda y a veces un poco de chantaje, podemos conseguir que lo que el niño veía blanco, lo acabe viendo gris, o incluso negro. La cuestión es si esta influencia le ayuda o le limita. 



A mi modo de ver, sólo deberíamos redirigir aquellas conductas o pensamientos negativos que perjudiquen un sano desarrollo mental, físico o espiritual del niño. Para todo lo demás, hemos de ser abiertos, respetuosos y flexibles, respetando sus opiniones, gustos y criterios. Un niño que piensa por sí mismo y que tiene la personalidad suficiente como para "independizarse" de los gustos de su entorno, es un niño con capacidad de análisis y visión global, seguro de sí mismo y cuya fortaleza, motivación e intereses van a ser más sólidas que las de otro que sólo pretende ser la sombra del adulto que le acompaña.


viernes, 11 de julio de 2014

Cogito ergo sum

René Descartes, hace ya cuatro siglos, dio a conocer su célebre frase "pienso, luego existo". El conocimiento de uno mismo llega a través de la interacción de nuestras acciones y nuestros sentimientos con el entorno. Para conocerse es necesario probarse y para ello debemos procurar que los niños piensen y actúen por cuenta propia.

Hay corrientes filosóficas que aseguran que pensamos porque existimos, pero no es el debate existencial lo que se pretende abarcar aquí.


En función del margen de independencia que demos a los niños, más alto será el vuelo que sean capaces de emprender. Ellos mismos, buscaran la independencia en la medida que se sientan seguros y queridos y para ello es necesario motivar y reforzar lo positivo, haciendo que se robustezca su autoestima. 

El niño que crece seguro y con afecto es más probable que tenga una alta autoestima y que se sienta capaz de alcanzar sus objetivos. Es importante que padres y maestros fijemos objetivos personalizados, buscando que cada uno, desde su personalidad y con sus propias características desarrollen al máximo SU potencial. Los éxitos personales, libres de comparaciones y logrados por méritos propios llenan de satisfacción al niño que los logra y los tropiezos y frustraciones en el camino hacen desarrollar la fortaleza, una virtud imprescindible para sobrevivir en esta sociedad en la que todo se nos da fácil e inmediatamente. 

Otro día hablaremos sobre paciencia y perseverancia, dos grandes olvidadas.


Desde atarse unos cordones hasta construir una torre de juguete son pequeños problemas cotidianos que los niños deben ser capaces de afrontar y resolver. El adulto puede acompañar, reorientar y modelar, pero no debería resolver o evitar. Por ejemplo: el momento de enseñar al niño a atarse los cordones puede ser pesado, requiere mucha práctica. Si después de haber indicado los pasos a seguir unas cuantas veces vemos que al niño no le sale, no es buena idea decir, "ya lo aprenderás, ven que ya te los ato yo". Dejemos por lo menos que vaya con "sus lazos" un rato, e insistamos en que está a punto de lograrlo. Seguro que en momentos de aburrimiento vuelve a intentarlo.



En definitiva, la seguridad, el afecto, la autoestima y el entorno (enriquecido) invitan a pensar y por lo tanto, ayudan al niño a conocerse mejor.

¿Tú qué piensas?

lunes, 7 de julio de 2014

Garabatos

Decíamos que a caminar se aprende caminando y a leer, leyendo. Siguiendo esta máxima, podemos deducir que a escribir y a pintar se aprende escribiendo y pintando. La práctica hará alcanzar la técnica con seguridad y resolver cualquier reto gráfico con éxito.

Ahora bien, existen unos requisitos necesarios para el logro de estos objetivos que principalmente tienen que ver con el desarrollo psicomotor del que hablamos en el último post.


- Nivel adecuado de independencia segmentaria brazo-mano-dedos.
- Control del tono muscular a nivel de presión y prensión que permita el movimiento.
- Hábito de movimiento de rotación de la mano sinistrógiro (hacia la izquierda).
- Direccionalidad de la mano definida de izquierda a derecha.
- Coordinación visomanual.

Con estos ingredientes, la motivación y la madurez cognitiva, física y sensitiva necesarias, podemos considerar que el niño está preparado para agarrar lápiz y papel.

Los primeros intentos no serán más que garabatos pero esta fase es importante, ya que supone el inicio del camio hacia la escritura.

Entre los dieciocho meses y los cuatro años los niños hacen garabatos y para ello necesitan soportes amplios y lápices gruesos. Al principio no tendrán sentido, ni orden, ni pulcritud alguna. Esta fase, a nivel pedagógico, se conoce como "garabatos desordenados" y se caracteriza por la realización de trazos desordenados y variables, carentes de coordinación óculo-manual y de control visual. Sus cambios muestran la evolución psicológica y fisiológica del niño.


Existe una segunda fase que aparece cuando el sentido de la vista se va coordinando con el aparato motor, el gesto se va controlando y ya se pueden observar algunas intenciones del niño en el papel. El niño descubre la relación entre el objeto y el movimiento y aunque aún presenta dificultades para sujetar los instrumentos de escritura, disfruta rellenando toda la página y compartiendo sus creaciones con los adultos. Se deben de observar trazo más largos y variedad de colores.


La tercera fase es dar nombre a los garabatos y, aunque para nosotros sean imposibles de interpretar, para ellos tienen un sentido real. En este punto el niño debe tomar consciencia de que puede dar significado y representar las cosas que le rodean. En esta última fase aumenta el tiempo de dedicación a la actividad artística.


Como siempre, debemos ser flexibles en las edades que aquí se indican. Es posible que muchos niños con tres años sean capaces de hacer representaciones más próximas a la realidad o que, al contrario, con cuatro años sigan haciendo garabatos. Tenemos que estar pendientes en cada caso.


Lo que sí que se cumple en todos los casos es que entre los dos y los cuatro años los garabatos son una actividad motora que debe estimularse mucho para conseguir la representación simbólica y dominar el gesto básico. 



jueves, 3 de julio de 2014

Cada uno por su lado

Al nacer, los niños son un bloque. Me explico. Su aparato motor, entre otras muchas cosas, está por desarrollar y por eso no disfrutan de la libertad de movimientos que nos da la independencia segmentaria y que lleva a un mejor conocimiento del propio esquema corporal.

Este hecho va cambiando con el paso de los días y vamos viendo como el bebé es capaz de mover brazos y piernas de manera más controlada, de aguantar la cabeza, de hacer movimientos con las manos que no requieran el movimiento del brazo entero... Es un proceso que va en paralelo al del autoconocimiento y que facilita la interacción con el entorno más próximo:

- Los segmentos superiores (manos-brazos) permiten coger, dejar, tocar, pintar, tirar, coser...
- Los segmentos inferiores (pies-piernas) permiten sentarse, levantarse, tumbarse...
- Ambas permiten movimientos más complejos como gatear, caminar, correr...


Si se logra una buena independencia segmentaria, se consigue una mayor precisión en los movimientos, una mayor capacidad de reacción y una mejora tanto en el equilibrio como en la coordinación. Todo ello amplía las posibilidades de exploración del entorno y de interacción con él. Y ¿quién sabe?, quizá muchas cosas más...


Hay muchas formas de practicar la independencia segmentaria. Es importante que se trabaje de forma equilibrada con el lado derecho e izquierdo del cuerpo. Desde torres hasta circuitos de alambre, cualquier juego pone en marcha el proceso de segmentación. No obstante, actividades como la cinta rítmica, o la pelota, acentúan el trabajo en los segmentos superiores e inferiores.



Es importante que los niños sean conscientes de la parte de su cuerpo que están trabajando, por eso, al terminar cada ejercicio hay que repasarlo recordando cuál es exactamente la parte del cuerpo trabajada, para ir desarrollando el conocimiento de sí mismos: