miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Nos conocemos?

Un profesor de mi universidad compartió con los estudiantes un link del blog Escuela con cerebro sobre las implicaciones de la neurociencia en la educación. El texto se centra en la idea de conocer el proceso de enseñanza-aprendizaje que utiliza el cerebro de cada uno para poder ser más eficaces en dicho proceso.


En primer lugar, se expone la idea de la plasticidad cerebral: el cerebro humano se adapta y cambia su estructura a lo largo de la vida, principalmente a través de la experiencia y especialmente en sus primeros años, en los que se dan los periodos sensibles, de los que ya hemos hablado en otras ocasiones.

A nivel educativo esto está altamente relacionado con: agrupamientos flexibles, expectativas positivas y asequibles sobre cada uno de los niños, evaluar los procesos por encima de los resultados y encontrar las habilidades y el potencial individual.

Evidentemente, en segundo lugar se presentan las emociones. Estas se desarrollan en el cerebro, en el sistema límbico. Un ser emocionalmente educado, tendrá mayor interés y ganas de aprender, su curiosidad estará más alerta y su razonamiento (aspecto cognitivo) estará vinculado a dichas emociones. Trabajar las emociones con los niños no es poner nombre a los estados de animo, ya lo vimos.


Otra cosa importante es la novedad. Lo nuevo (y relativamente seguro) despierta nuestra curiosidad y atención, elementos esenciales para el aprendizaje significativo. Si proponemos actividades de unos 15 minutos es más probable que el niño no se disperse, puesto que es cuando nivel de atención está al 100% -incluyendo aspectos como el interés y la motivación-.

En cuarto lugar, el artículo destaca la importancia de la actividad física habitual en el desarrollo de la plasticidad cerebral que comentábamos: además del aporte de oxígeno imprescindible para su funcionamiento, genera una respuesta de los nuerotransmisores responsables de los procesos atencionales. El movimiento desestresa, predispone, da fuerzas para seguir con el aprendizaje y mejora el estado de ánimo.


A continuación nos hablan de la práctica. Es como todo -excepto como montar en bicicleta, que no se olvida-, a mayor repetición mayor interiorización y más fácil es para el cerebro conectar los conocimientos previos con los nuevos, incorporándolos a los esquemas mentales en desarrollo. Además, la automatización de algunas acciones ayuda al cerebro a liberar el uso de la memoria de trabajo del cerebro, cosa que le permite dirigir su atención y concentración a otras nuevas que están por aprender. Este es el motivo del aprendizaje memorístico de las tablas de multiplicar, por ejemplo.

En sexta posición está situado el juego, que, citando palabras textuales:
El juego constituye un mecanismo natural arraigado genéticamente que despierta la curiosidad, es placentero y permite descubrir destrezas útiles para desenvolvernos en el mundo. Los mecanismos cerebrales innatos del niño le permiten, a los pocos meses de edad, aprender jugando. Se libera dopamina que hace que la incertidumbre del juego constituya una auténtica recompensa cerebral y que facilita la transmisión de información entre el hipocampo y la corteza prefrontal, promoviendo la memoria de trabajo. El juego constituye una necesidad para el aprendizaje que no está restringida a ninguna edad, mejora la autoestima, desarrolla la creatividad, aporta bienestar y facilita la socialización. La integración del componente lúdico en la escuela resulta imprescindible porque estimula la curiosidad y esa motivación facilita el aprendizaje.
Asimismo, las artes (música, teatro, baile, artes plásticas,...) desarrollan las habilidades cerebrales relacionadas con la orientación espacial, la memoria semántica, la creatividad y las habilidades sociales. 

Para acabar, el artículo destaca la característica social del ser humano: el cerebro se desarrolla en las relaciones sociales. Según se indica:
El aprendizaje del comportamiento cooperativo se da conviviendo en una comunidad en la que impera la comunicación y en la que podemos y debemos actuar. Cuando se colabora se libera más dopamina y ya sabemos que este neurotransmisor facilita la transmisión de información entre el sistema límbico y el lóbulo frontal, favoreciendo la memoria a largo plazo y reduciendo la ansiedad.

Entonces, cambiemos nuestras estrategias, empecemos a conocernos a nosotros mismos y ayudemos a los niños a conocerse mejor.  

sábado, 21 de febrero de 2015

Más vale prevenir que curar

Llego ahora a casa de un curso de primeros auxilios para bebés y niños que ha impartido la Cruz Roja en mi cole: Highlands Barcelona. ¡Qué mala compañera es la ignorancia!

Me veo incapaz de explicar por escrito cómo atender a un niño que entra en parada respiratoria y, a pesar de que hoy he aprendido cómo actuar en esos casos, sinceramente espero no verme nunca en ese brete. Lo que sí debemos saber es que cualquier ciudadano tiene la obligación moral de socorrer a una víctima siguiendo estas pautas: protegerse a sí mismo (para no agrandar el accidente) y a la víctima, avisar a los servicios de atención sanitaria y socorrer en la medida de lo posible. En este último paso, se debe observar si el individuo está consciente o no, y en ese caso, si respira o no. Si las dos respuestas son negativas, habrá que iniciar la maniobra de soporte vital básico (insuflaciones y masaje torácico).


A grandes rasgos diremos que el 112 debe ser el teléfono al que acudir cuando no sabemos como actuar. Ellos se encargaran de darnos las primeras instrucciones y de avisar a la unidad de emergencias correspondiente. No obstante, es importante no abusar ya que es un servicio público del que depende la vida de muchas personas. Por otro lado, en caso de tener que recurrir al SEM (Servicio de Emergencias Médicas) es importante indicar desde dónde se está llamando, el motivo y el número de víctimas para agilizar los trámites y que manden la ayuda adecuada.

Los niños a veces se divierten metiéndose cosas ya sea en la boca, en los oídos o en la nariz. El protocolo de actuación dice que para ahogamientos, lo primero que hay que intentar es que el niño tosa naturalmente y fuerte hasta escupir el objeto. Si él solito no lo consigue, daremos 5 golpes fuertes interescapulares (entre omóplatos) con la mano hueca y realizaremos la maniobra de Heimlich:



En bebés de menos de un año esta maniobra no se debe de realizar igual que en niños puesto que puedes causar daños irreversibles.




En lo referente a los objetos en orejas y nariz, debemos llevar al niño a urgencias para que un médico extraiga dicho objeto con el instrumental adecuado sin causar daños en las mucosas. El adulto que esté a cargo del niño no debe manipular el material para tratar de extraerlo ya que podría ser peor el remedio que la enfermedad.

También nos han explicado como atender otras emergencias, recordándonos que el maestro no puede administrar medicación sin autorización médica y paterna:

- Fiebre: según lo que se ha dicho en el curso, no se considera fiebre una temperatura corporal inferior a 38ºC. Antes de acudir a la medicación se debe intentar bajar la temperatura refrescando al niño con agua tibia-fría (poco a poco, tobillos, muñecas, cuello...), ofreciéndole bebidas frescas y desabrigándoloEn el caso, absolutamente desaconsejable, de que algunos papás administren medicación a los niños sin prescripción médica, la enfermera que nos ha dado la formación ha insistido mucho en la importancia de recurrir al paracetamol y evitar el ibuprofeno, ya que aunque es más eficaz, es más agresivo para el organismo y debilita el desarrollo del sistema inmunológico. Si un niño supera los 40ºC o muestra síntomas como rigidez o espasmos, acudir al 112. Los bebés de menos de 3 meses con fiebre siempre deben ser atendidos por un médico.

- Golpes: poner frío (hielo envuelto en un trapo, un refresco, una bolsa de congelados...). Si se produce una caída que causa fractura, mantener inmóvil a la víctima hasta que llegue la ambulancia. Los golpes en la cabeza son más complicados ya que hay que asegurarse de que no se trate de un traumatismo cráneo-encefálico. Si se produjera un golpe en la cabeza es importante observar al niño: que no se duerma, que no vomite, que su comportamiento y su habla sean normales... Ante cualquier duda, llamar al 112.

- Heridas: no usar productos yodados, alcohol ni agua oxigenada. Lavar con agua y jabón para limpiar la zona y desinfectar con un antiséptico. Valorar la gravedad y acudir al SEM si fuera necesario.

- Quemaduras:  en función de la gravedad -si se producen en manos, pies, cara, genitales, mucosas o articulaciones o si son muy profundas- llamar inmediatamente al 112 o acudir al Hospital. En casos menos graves se recomienda refrescar la zona con agua fría durante al menos 10 minutos. Hay que tener en cuenta que las quemaduras pueden ser provocadas por fuego, por productos tóxicos o por radiaciones aunque las sartenes y ollas, los metales calientes (toboganes de algunos parques) y el Sol causan también este tipo de accidentes.

El curso, que ha sido muy interesante, ha incluido otras muchas casuísticas, tratando incluso la actuación ante síntomas de patologías concretas que se dan en la realidad del centro escolar. Nos han dado recomendaciones para tener un botiquín "como Dios manda", del cual debemos eliminar, además del yodo, el algodón.

Después de lo vivido hoy solo puedo mostrar mi admiración, agradecimiento y respeto por las personas del sector sanitario. Requiere mucha valentía y fortaleza enfrentarse a las situaciones a las que se enfrentan. 

En lo que a mí respecta, confiemos en nunca tener que poner en práctica lo aprendido.

lunes, 16 de febrero de 2015

Siento, luego existo

Hace casi un año que tengo guardado este vídeo. Me pareció interesante en su momento y lo guardé en borradores. Olvidé que lo tenía. Hoy no se me ocurría un tema concreto sobre el que escribir y he echado un vistazo a esa carpeta. No entiendo como no lo he publicado antes.



Yo estoy decidida a llevarlo a la práctica. Es difícil y requiere un tiempo que muchas veces no tenemos, pero creo que merece la pena sacrificar otras cosas.

Hace unos días cayó en mis manos este libro:



Os lo recomiendo tanto a padres como a maestros de niños y no tan niños. La autora hace un repaso por una larga lista de emociones describiéndolas y acompañándolas por una ilustración que transmite exactamente los sentimientos propios de dicha emoción.



La editorial lo recomienda a partir de 6 años, yo creo que se puede empezar antes. Aunque mis alumnos son pequeños para abordar y comprender algunas de estas emociones (tensión, remordimiento, irritación...) podemos empezar un entrenamiento suave. Hay otras, en cambio, en las que son expertos: amor, ternura, compasión, alegría, tristeza, felicidad... pero que pocos saben reconocer y explicar como y cuando las sienten.

Ya no sólo es poner palabras, también es poner color. Tal y como dice la maestra del vídeo, verbalizar las emociones ayuda a conocerse mejor a uno mismo, auto-regularse y gestionar mejor las sensaciones, a resolver conflictos intra e interpersonales... Todo esto contribuye a un desarrollo más sano e íntegro del niño que desembocará en un adulto más feliz.

Una compañera del colegio, al hablar sobre este libro, me hizo llegar un link. Se trata del blog de una maestra, Elena, que ya ha puesto en marcha el proyecto en su aula. Es precioso ver como esta maestra, a través del dialogo y las ilustraciones, va despertando en los niños ideas para comprender las emociones. Os animo a leer la conversación relativa a la serenidad. ¡Enhorabuena Elena!

Espero haberos emocionado lo suficiente como para ponerlo en práctica.

jueves, 12 de febrero de 2015

Círculo virtuoso

Pueden. Son capaces de eso y más. Los niños pequeños son pequeños, pero solo eso. No pueden conducir, ni beber alcohol, ni ir solos por la calle, pero pueden ordenar sus juguetes, recoger su ropa sucia, preparar su mochila, desvestirse y vestirse, comer, asearse, ayudar en algunas tareas domésticas sencillas, peinarse... no sigo. 


No es sólo una cuestión de ahorrarnos algo de trabajo, que también, es más bien una forma de enseñar a desenvolverse. Dar autonomía es favorecer el desarrollo cognitivo, ayudar al niño a buscar la eficiencia, a ser resolutivo, a valerse por sí mismo, a razonar, a economizar sus acciones, a organizarse, a... no sigo.

La autonomía crea un círculo virtuoso. El niño que se va sintiendo capaz de hacer cosas solo "se crece". Esa sensación de triunfo mezclada con satisfacción y orgullo se va convirtiendo en un revulsivo. Genera ganas de más. Si los papás o los maestros no cubrimos esas demandas, la sensación desaparece y el círculo se torna vicioso.

Tengo un alumno en P4 que los martes se cambia en la clase para ir a entreno de fútbol. Se desviste y se viste completamente solo, consciente de que debe llevar camiseta interior debajo del polo, porque hace frío. Va despacito, sin prisa. Cuando ya lleva las bambas -"las de tacos de jugador de verdad"- me pide por favor que se las ate. Hace un mes le enseñé a doblar su uniforme para guardarlo en la mochila: "Mira Ignacio, primero lo pones del derecho, luego lo estiras en la mesa, escondes una manga, escondes la otra y después por la mitad". Observó el resultado y le pareció que quedaba demasiado grande para su mochila, hizo otra mitad. Repitió lo mismo con el jersey y me preguntó como hacer con el pantalón. Apiló su ropita y la metió en la mochila. Según iba progresando el proceso su cara de orgullo iba creciendo: "Me ha quedado perfecto", concluyó. Han pasado 4 martes, ya no hace falta que le diga nada, se cambia y dobla su ropa.

Muchas veces los papás desconocen las capacidades y habilidades de sus hijos porque no se han planteado darles la oportunidad de hacer una u otra actividad. Bajo la supervisión de un adulto los niños pueden llevar a cabo muchísimas tareas que les ayudarán a desenvolverse autónomamente en el entorno que les rodea. 


No debemos pretender que el resultado sea perfecto. A veces, cuando limpian lo que han ensuciado queda mucho peor que antes de haberlo "limpiado", pero poco a poco irán perfeccionando su técnica. 

Hay muchos artículos y publicaciones que hablan de qué responsabilidades y tareas se les pueden exigir a los niños según su edad. Hay que tener más aspectos en cuenta: su madurez, su desarrollo motor, sus puntos fuertes y débiles... En ABC publicaron un artículo que da muchas ideas al respecto.

A veces pensamos que ya aprenderán ciertas cosas de mayores pero lo cierto es que habría que haberlas inculcado desde pequeños. El tiempo pasa muy rápido.

sábado, 7 de febrero de 2015

R-E-S-P-E-C-T

Para qué nos vamos a engañar. En algunos momentos, por el egocentrismo (propio de la etapa de infantil) y en otros por el egoísmo (propio de la sociedad de hoy), los niños -y no tan niños- no miden las consecuencias de sus actos ni el daño que pueden causar sus palabras.


En una entrevista a Nicholas Carlisle en La Contra del diario La Vanguardia del fin de semana pasado hablan del bullying como epidemia. Carlisle, experto en el tema, lo atribuye a un aspecto discriminatorio: es un ataque a lo que unos, equivocadamente, consideran un defecto en un compañero. La raza, la altura, el peso, las notas, las gafas, el dinero de su familia, una discapacidad física o psíquica... El objeto que causa el bullying puede ser cualquiera. Incluso ninguno.



A veces el modelo ofrecido en el entorno familiar, a veces la telebasura, o el propio temperamento acompañado de la falta de autocontrol, otras los propios complejos que generan baja autoestima o un autoconcepto negativo... Cada acosador tiene una historia detrás. Sin embargo, cada acosado tiene un futuro -difícil- por delante.

El entrevistado Carlisle dice textualmente en La Vanguardia:
"Yo sufrí bullying a partir de los 12 años en una escuela pública en Londres. Era nuevo, el más pequeño, el más bajito y el que sacaba mejores notas (fui becado)....Me llamaban “el enano”. Había niños que pagaban a otros niños para que me robaran la ropa, los libros o para que me golpearan. El resto no se arriesgaban a hablar conmigo. Estaba solo. Completamente. Durante cuatro largos años no tuve ni un amigo. A los 17 años me dieron una beca para estudiar en Oxford y allí todo se normalizó".
Tras años de investigación ha concluido que el bullying en la infancia-adolescencia deja secuelas similares a las del acoso sexual en menores y traumas, causa ansiedad, depresión y problemas de suicidio. Los acosadores tampoco se salvan. Según dice, existen altas probabilidades de que éstos caigan en la drogadicción, la criminalidad o la violencia de género. Solucionarlo, es cosa de todos.



Este psicoterapeuta inglés ha desarrollado una terapia en la que acosador, su séquito y algunos alumnos neutrales se ponen en la piel del acosado, también presente. El acosador consigue explicar qué siente y entre todos buscan la manera de cambiar la situación. Después dan herramientas al acosador para aprender a relacionarse con los demás de manera positiva. En su ONG No Bully trabajan a fondo para la resolución de estos casos.

El artículo acaba con esta sentencia: "El bullying es una representación de todos los prejuicios de la sociedad, y a no ser que demos a los niños la oportunidad de relacionarse de forma exitosa, se llevan estos prejuicios a su vida adulta; por eso tenemos un mundo lleno de violencia e intolerancia". 




¡Estúpidas etiquetas!

lunes, 2 de febrero de 2015

De verdad de la buena

Dice el refrán que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Sobre los primeros me reservo la opinión. Sobre los segundos puedo dar fe de que eso es así. Pero esta sinceridad se refiere más a las percepciones, a lo que les parece absurdo o extraño, a lo que cambia con respecto a sus costumbres. Por ejemplo "¿señorita, porqué te has pintado con lápiz una raya en los ojos?" haciendo alusión a mi maquillaje o "¿vas disfrazada de abeja a una fiesta?", refiriendose a un top monísimo -eso pensaba yo- de color gris marengo con rayas de lentejuelas doradas...



La sinceridad es una virtud que a todos nos cuesta respetar en algún momento de nuestra vida, porque no nos engañemos, las excusas también son una forma de mentir (aunque sea a nosotros mismos).

En el aula se viven muchas circunstancias en las que no hay nunca un culpable del llanto de un niño. Tampoco nadie se guarda en la mochila la plastilina que misteriosamente desaparece. Evidentemente, nadie rompe nada, las cosas se rompen solitas. Y los bocadillos y desayunos caen a la basura sin poder remediarlo, solo los que no gustan, eso sí.



En su libro Nuestros hijos y sus problemas, el recién fallecido psiquiatra infantil Paulino Castells dice que el niño no miente conscientemente hasta los seis años. Sin contradecir lo anterior, en varias ocasiones hemos hablado de los periodos sensitivos: aquellos momentos en los que el cerebro y la conciencia del niño están más preparados para entrenar determinadas habilidades o virtudes. Pues bien, la de la sinceridad se puede empezar a trabajar a los 3 años.

Ayudar al niño a ser sincero es una tarea complicada por varios motivos. En primer lugar, porque debemos ser modelo de sinceridad y no siempre lo somos. Por ejemplo, nos llaman por teléfono para invitarnos a una comida y atendemos la llamada con cordialidad o incluso efusividad y al colgar comentamos: "¡Qué pereza ir a comer a casa de menganito! ¡No me apetece nada!". Eso, a oídos del niño es, en el mejor de los casos, falta de inteligencia por nuestra parte: haber dicho que no. En el peor de ellos: una mentira.

En segundo lugar, es difícil porque la verdad cuesta. Reconocer el error y la culpa es duro. Sabemos que por ello no nos van a premiar. También cuesta porque para ellos es díficil establecer el límite entre fantasía y realidad. Esto se complica cuando añadimos el factor de la satisfacción inmediata: un color + una pared blanca = pinto la pared. ¿Cómo hacer que la sinceridad sea atractiva? 

  • Debemos evitarles fingimientos, la falsedad. Ser un modelo a imitar.
  • Reforzar y aplaudir siempre la sinceridad del niño.
  • Ayudar a identificar la mentira con el error y a reconducir esa conducta.
  • Expresarnos con claridad y sencillez facilita el reconocimiento de la verdad cuando el adulto habla. 
  • Razonar la sinceridad: Castells recomienda hacer comprender al niño que la verdad trae más ventajas que la mentira.
  • No etiquetar al niño de mentiroso ni de culpable.
  • Responder a sus preguntas con sinceridad.

A los 5 años, a través de la observación y la imitación el hábito ya se puede haber adquirido. Es importante favorecer la autoestima y confianza del niño para que no se presente la necesidad de mentir ante situaciones de estrés o de debilidad.

La virtud de la sinceridad es la base para muchas otras virtudes como la honestidad, la honradez, la lealtad, la amistad, la confianza, el respeto, la justicia... Además de mejorar su autoestima, confianza en sí mismo y las relaciones interpersonales.