lunes, 27 de junio de 2016

Que no cunda el pánico

El verano ya ha llegado. Tenemos casi tres meses por delante. ¿Qué hacemos con los niños?


Que no cunda el pánico. Hay miles de opciones para enseñarles a entretenerse sin necesidad de estar todo el día en la calle y/o gastando.

Hasta los 7 u 8 años, los niños tienen que poder dedicar la mayor parte de su tiempo de verano al juego, ya sea individual o colectivo, de interior o de exterior, de reglas o creativo... El juego es la actividad de aprendizaje por excelencia. Además, jugando se trabajan muchos valores como el respeto, la tolerancia, etc., y virtudes como la paciencia, la honestidad, etc. El juego educa, estimula, despierta la curiosidad, crea hábitos, divierte, establece vínculos... No es cosa menor.

Para que un niño pueda dedicar tiempo al juego no es necesario que tenga muchos juguetes. Es más, diría que estos dos elementos tienen una relación inversamente proporcional, es decir, cuantos más juguetes menos tiempo se dedica a jugar (y mucho menos a recoger).

Ofrecer variedad de juegos a los niños significa poner a su alcance ideas de múltiples juegos que les ayuden a desarrollar y a superar retos cognitivos. Porque eso sí, los juegos en los que no hay un desafío a su inteligencia, a su creatividad, a sus habilidades motrices... pierden rápidamente el interés para ellos.

Os lanzo aquí distintos tipos de juegos que pueden ser útiles para niños desde 2-3 años:
Juegos de lectura: muy recomendable los cuentos de Hervé Tullet, estilo "Un libro" para los más pequeños y las historias encadenadas para los que ya saben leer, junto con las fábulas y los cuentos clásicos. 
Juegos de atención y memoria: desde el clásico memory, pasando por las historias de "¿Dónde esta Wally?, los puzzles, los laberintos magnéticos, los sudokus, el lince, así como el Conecta 4 o el 3 en raya. 
Juegos de construcción de toda la vida como Lego y los ladrillos u otros más novedosos como Kapla o la combinación de plastilina y palillos o pajitas para elaborar todo tipo de figuras. 
Juegos de imaginación o juego simbólico: disfraces, Playmobil, casitas, oficios, cocinitas, kit de limpieza, muñecas, coches... 
Juegos de expresión oral: libros de imágenes, adivinanzas, mímica, veo veo... 
Juegos de motricidad fina que pueden empezar haciendo colecciones de piedras en la playa o bolas de barro en el parque. Lanzar a una diana, tender la ropa, poner clips en el borde de una hoja o hacer un collar con ellos... Hemos visto muchas ideas para trabajar la motricidad fina aquí, aquí, aquí o aquí entre otros.
Juegos de organización espacial como la Gallinita Ciega o "Pi", laberintos, sopas de letras, crucigramas, sudokus, simetrías, hacer de espejo o de sombra de un amigo,... El Twister... (¡qué recuerdos! :D )
Juegos de lógica y matemáticas: descifrar matrículas, clasificar y ordenar elementos contándolos, Miniarco, utilizar el calendario para ver cuántos días quedan o faltan..., juegos de patrones, de series, bingo, oca, parchís, dominó, Uno, cartas, dados,... 
Juegos al aire libre como cuidar del huerto, volar cometas, practicar deportes de equipo, usar el Hula-hoop, cuerdas, carreras, pillar, guerras de globos de agua, el pañuelo,...

Estas son sólo algunas ideas de la infinidad de cosas a las que podemos enseñar a jugar a los niños. Si las aprenden, sus horas de verano se convertirán en horas de entretenimiento y diversión y las de los adultos en horas de descanso y vacaciones. 



Visto así, un rato dedicado a esto parece más una inversión que un gasto.

martes, 21 de junio de 2016

Batería baja

Se ha acabado el curso y no me he dado ni cuenta.

Hace unos nueve meses me estrenaba como tutora de P5. "El reto de este curso es el aprendizaje de la lecto-escritura", me decía. Y lo es. Pero en absoluto es el único. Este curso ha venido cargado de retos: la autonomía, las virtudes, las responsabilidades, las amistades, el trabajo cooperativo, la espontaneidad, la oratoria, el razonamiento lógico, la creatividad... Y no sólo para los niños, también para mí. 


P5 es un curso fascinante por muchas cosas. una de ellas es la complicidad que se genera entre alumnos y maestros. Ya hay bromas compartidas, miradas cómplices, sonrisas de permiso,... El cariño  que te regalan los niños no se debe solo a la seguridad que les da la figura de la señorita como referente; ahora es un afecto sincero que busca la correspondencia. 

Los castores, así se llama P5 en mi cole, han sido unos alumnos fantásticos, no tanto por lo bien que han trabajado y lo mucho que han aprendido, que también; sino por lo mucho que han crecido, convirtiéndose en niños mayores por dentro y por fuera.

Nos hemos reído tanto y en tantas ocasiones...Se me agolpan recuerdos en la cabeza que me sacan una sonrisa  Guardaré anécdotas por muchos años. Y esto también es un reto, que el cole sea divertido y que con la señu se lo pasen bien es algo en lo que tienes que poner mucho empeño.


Después, están los desafíos que cada colegio lanza a sus docentes. Desde luego, en el mío, la adrenalina está siempre a tope. La apuesta por la excelencia académica nos empuja a estar cada día adaptando nuestros quehaceres a las necesidades y realidades de los alumnos. Es exigente, a veces agotador, pero muy gratificante. Los alumnos te devuelven a su manera todo el esfuerzo con el que te entregas al trabajo y esto se percibe también en el trato con las familias. 

El otro día le decía a mi madre que la gente ajena a la profesión (así como los profesionales del gremio sin vocación) no es consciente del inmenso trabajo que hay en cada una de las aulas de un colegio y lo digo con conocimiento de causa, ya que sé lo que es trabajar en auditoria.La docencia, verdaderamente es un trabajo que te absorbe y que te deja la batería baja, más al llegar estas fechas. Pero como los móviles, las baterías se cargan con las vacaciones, con el cariño de los niños, con la ilusión de saber dónde estarás el año siguiente y la sorpresa de unos nuevos alumnos.


Ser maestro ya es un reto en sí porque los padres nos confiáis lo más valioso que tenéis en vuestras vidas: vuestros hijos. Por eso quiero dar las gracias a los papás por ese voto de confianza.


lunes, 13 de junio de 2016

El bien llama al bien

Todos conocemos aquello de "cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad". 

  
Un día, una amiga de las buenas me dijo algo así como "el bien llama al bien". Y es verdad. Las palabras que expresamos (o pensamos) viajan a nuestro inconsciente, haciendo mella en él. Se extienden sobre nuestra autoestima o la imagen que los demás tienen de nosotros, llegando a convertirse en creencias sobre uno mismo o sobre la vida que, ya como adultos, para bien o para mal, son dificilísimas de cambiar. 

Obviamente, si el bien llama al bien, el mal llama al mal. Así, todos los pesimismos, las inseguridades, la falta de confianza son pequeños lastres que vamos añadiendo a una mochila van forjando un carácter que a través del desarrollo de nuestra vida, mágicamente, se convierte en realidad.

El niño que constantemente cree que no puede leer (que quizá sea verdad porque no es su momento madurativo) terminará por no hacerlo o hacerlo con más dificultad que otros niños de su edad. El que no deja de repetir que la comida del cole no le gusta, acaba aborreciendo platos ante los que nunca había tenido ninguna queja. El niño que insiste en que él siempre juega solo, lo asume como única vía de entretenimiento en el patio y deja de esforzarse por buscar compañía. 

La cosa se intensifica cuando estos pensamientos se comparten con los demás, porque entonces esa idea se hace presente en su mente e invita a etiquetar a las personas en base a estos pensamientos.


Por suerte, cuando las creencias son positivas y somos capaces de encontrar un motivo valioso por el que luchar o atreverse, la recompensa es inmensa. Hay mil maneras de decir las cosas (buenas y malas) de forma constructiva.

Como siempre, educar con el ejemplo. De nada vale decir cosas buenas, hay que practicarlas.

lunes, 6 de junio de 2016

¡Sesión de gimnasio!

De nuevo Aitor Zenarruzabeitia nos ha dejado a todos con la boca abierta. El pasado sábado disfrutamos de una nueva sesión de formación en el colegio con este artista de la educación. Artista porque no he visto persona en el mundo de la docencia más creativa y con más capacidad de desprender energía y contagiar su entusiasmo que él; y lo mejor de todo es que los transmite sin hablar.

Lo que se suponía que iba a ser un curso sobre motricidad fina termino siendo una verdadera sesión de gimnasio centrada en las extremidades superiores. La música, como no podía ser de otra manera, fue durante toda la jornada la mejor aliada del Aitor. Empezamos la clase con un poco de zumba para entrar en calor.



Y a partir de ese momento, todo valía. Teníamos dispuestos un sinfín de materiales de lo más variado: gomas de varios tamños y grosores, cadenas, cuerdas, rafias, barro, tuercas, boti-botis, maracas, peonzas, coches, pelotas de pin pon, tarjetas de hotel, globos, papel burbuja, guantes de plástico, palillos chinos, cordones, cuentas, talco, tuercas, cremalleras, canicas, antifaces,... No podemos llegar a imaginar la cantidad de material que puede ser útil para el entrenamiento de la pinza digital y el desarrollo de las habilidades motrices. 






En sus inicios, la escritura del imperio romano era en letra de palo, pero por una cuestión de eficacia, con la llegada del imperio carolingio se desarrolló la escritura "redondilla" o continua para poder ahorrar esas milésimas de segundo que había que hacer entre letra y letra para levantar el lápiz al escribir en mayúscula. El problema es que el ahorro no es tal si el aparato motor que acompaña a la escritura no es eficaz. Por otro lado, hay una cuestión de ergonomía: las tres yemas (pulgar, índice, corazón) deben intervenir en la sujeción del lápiz, la muñeca, el codo y el hombro deben ser flexibles y la presión y la fuerza del cuerpo adecuadas.

Según Aitor, la escritura no depende del utensilio que usemos, depende de la mano, de la dáctilomotricidad (dedos) y la quiromotricidad (mano). Para que la escritura salga perfecta, como todo ejercicio físico, requiere un entrenamiento. Desde el movimiento del hombro hasta la temperatura de los dedos, nuestro cuerpo necesita haber recibido un entrenamiento para automatizar e interiorizar dichos hábitos en nuestros procesos neuromotores y ser capaz de ejecutarlos de manera que permitan una escritura competente. Cualquier edad es buena para poner las manos en forma, así que no demos todo por perdido.




Desde el colegio, el entrenamiento debe ser diario y global y cuánto más cooperativo mejor. Hay que buscar sistemas con los que entre ellos mismos colaboren, se ayuden, hagan de profesores con aquellos que les cuesta más. Presentar en el aula actividades para hacer en pareja, en pequeños grupos, nombrar un pequeño grupo de profesores ayudantes, usar ritmos buscando el unísono del grupo, hacer dictados rotativos... les va a permitir que todos pongan ganas e ilusión en que las tareas salgan bien, porque la tarea de cada uno depende del esfuerzo de los demás.

La conclusión a la que llego como maestra es que, si queremos que la escritura sea competente, esto es, bonita, eficaz, comprensible, ágil, ergonómica, etc.; debemos entrenar las partes de nuestro cuerpo implicadas en el proceso. Y cuanto antes, mejor. A parte de lo muy divertida que fue la sesión, os puedo asegurar que llegué a casa ¡con agujetas en las manos!