martes, 27 de mayo de 2014

Too much

Hoy en día, colegios y familias vamos desbordados, sobrepasados. Exigencias, obligaciones, objetivos, metas, deadlines, responsabilidades, proyectos... Todo esto está muy bien, hay que querer crecer y mejorar como personas, pero en su justa medida.


Los niños viven en las mismas circunstancias: cole, deberes, TV educativa, música, deporte, ocio, experiencias en familia, rutinas... Y me quedo corta.

La moda de la "sobreeducación" o, como Catheryne L'Ecuyer acuña en su libro "Educar en el asombro", hipereducación es lo que se conoce como "la obsesión de los padres por adelantar las etapas cognitivas y afectivas de los niños para que logren ser súperniños".

Esto, que a priori parece un acto de amor y sacrificio por parte del adulto, no lo es. La realidad ha demostrado que con más estímulos y más tempranos no se consiguen resultados educativos superiores ya que un cerebro que no está preparado para recibirlos, lo único que es capaz de reconocer es la frustración, la desmotivación y la pérdida de autoestima.



El procedimiento más adecuado para el aprendizaje en la infancia es el juego. Por este motivo, el papel del adulto es el de orientar y guiar ese juego al aprendizaje, dejando al niño el tiempo necesario para comprender y desarrollar las relaciones causa-efecto, el pensamiento simbólico, el razonamiento lógico y la expresión. Jugando se aprende a pensar.

Una infancia mal vivida puede tener muchas consecuencias, desde un mal recuerdo una vez ya como adultos, hasta el desarrollo del Síndrome de Peter Pan.

viernes, 23 de mayo de 2014

Yo para ser feliz quiero...

Educar la frustración es positivo. Los niños tienen que darse cuenta de que no todo siempre sale como a ellos les gustaría, que el aquí y ahora sólo pasa con las nuevas tecnologías, no con los sentimientos y la realización de nuestros deseos. 


La vida ya nos ofrece suficientes situaciones como para aprovecharlas y enseñar a los niños que de los errores se puede aprender. No se trata de educar frustrando, si no de enseñar a los niños a gestionar esas situaciones de fracaso.

El docotor Estivill dice que educar en la frustración significa aprender que no todo se consigue a la primera. En sus propias palabras en una entrevista para abc, el médico comenta "La vida es frustración, el éxito es una cosa puntual, que se consigue, que hay que tender a conseguir, pero a base de muchas frustraciones, de muchos esfuerzos. Un niño que de pequeñito ha sido educado en el 'no', en decir o entender que no se puede conseguir todo a la primera, que cada cosa que quiere necesita de un esfuerzo, será un niño con mayor autoestima, que podrá afrontar mucho mejor después las situaciones cuando este niño sea mayor".

Un niño que no acostumbra a oír NO, será un adolescente con baja autoestima y un adulto probablemente infeliz, insatisfecho. 

Educar la voluntad es la herramienta principal para lograr este objetivo: educar al niño para que sea feliz. 

Aprender a vivir con límites ayuda a madurar, a luchar por lo que se quiere, a esforzarse, a trabajar. 

Los límites, el NO, oído con frecuencia en la niñez hará que cuando llegue la adolescencia puedan controlar sus impulsos, no se dejen llevar, sepan decidir con sentido común y tengan un mayor espíritu crítico que otros niños educados en el capricho y en la costumbre de conseguir todo a la primera.

No gritar, ser firme y coherente, pensar antes de actuar, permitir al niño que tenga sueños y anhelos materializables pero que requieran un mínimo esfuerzo y sacrificio pero que a su vez no den cabida a la desesperación o al abandono. Al contrario, perseverancia y constancia. Apoyo por parte del adulto para lograrlo. De este modo, el éxito será doble: haber logrado el sueño y superado todos los pequeños fracasos del camino.


Educar las emociones del niño para que exprese, gestione y comprenda sus propias sensaciones ante la frustración, hablando, exteriorizándolas, compartiéndolas.

Como siempre, uno educa más por lo que hace que por lo que dice, por lo que una vez más, debemos ser ejemplo. 

lunes, 19 de mayo de 2014

Actividad cerebral

Enseñar a pensar equivale a educar en la libertad. 

Una cabeza pensante razona de forma lógica y fundamentada, encuentra soluciones positivas a los problemas que se le plantean, toma las mejores decisiones posibles, encara el futuro con mentalidad abierta y creativa y tiene convicciones sólidas e ideales valiosos.



Para llegar a este fin, el recorrido consiste en conocerse a si mismo. En soy un binomio vimos que personalidad, carácter y temperamento estaban muy sincronizados. 

La educación de la inteligencia, saber pensar, es saber lo que se quiere y cómo conseguirlo. Para ello es importante:
  • Conocer las propias capacidades y limitaciones
  • Plantearse proyectos valiosos
  • Tener actitudes positivas y de confianza
  • Espíritu crítico y reflexivo
  • Coherencia
  • Hábito de estudio
  • Escala de valores
  • Capacidad de decisión y de adaptabilidad
Padres y maestros podemos motivar el ejercicio de pensar en cualquier situación. Yo tenía una profesora que nos repetía constantemente: "¡Tenéis que estrujar el limón!".

Dejar que los niños hagan y piensen las cosas por sí mismos es un primer paso, que crecerá potencialmente si les reconocemos sus éxitos. Conceder cada vez más autonomía y seguridad poniendo metas altas pero alcanzables. 

Otro estímulo que ayuda a pensar es valorar el proceso y el esfuerzo por encima del resultado, así como disfrutar del trabajo bien hecho o terminado. A veces será necesario ofrecer ocasiones para que se luzcan. 

Atender a sus opiniones y reflexiones sobre sí mismo y sobre los demás, comentarlas con ellos.

Hoy se conmemora el 40 aniversario de la creación del cubo de Rubik. Lo que hoy es uno de los juguetes más vendidos de la historia, en su día, fue un elemento de aprendizaje para ayudar a sus estudiantes a entender objetos tridimensionales. ¿Es cuestión de técnica, de pensamiento, de lógica...? Seguramente, una combinación de todas.


El cerebro es un músculo, y como tal, necesita ejercicio para mantenerse en forma. Cualquier actividad estimulante, retadora e interesante nos ayudará a lograrlo.

Como Roma, esto no se hace en dos días. La educación es un trabajo de hormigas que nos lleva toda una vida el culminarlo. 

¿Y tú que piensas?

jueves, 15 de mayo de 2014

Traducción simultánea

Los adultos rodeados de bebés, además de nuestras profesiones y ocupaciones diarias varias, tenemos un trabajo adicional; somos interlocutores o interpretes de los niños. No siempre es una tarea fácil, requiere disponibilidad, tiempo y capacidad de observación, paciencia, constancia, empatía y la mayoría de las veces, una buena dosis de imaginación.

Los bebés tienen su propio lenguaje, a través del cual nos van proporcionando información. Su cuerpo, sus movimientos, sus miradas, sus juegos, sus sonrisas, su llanto, las enfermedades que sufre, el sueño o la falta del mismo, las palabras y sobre todo los gestos.



El adulto debe ser perspicaz, ver un poco más allá de sus narices y saber qué quieren decir ciertas conductas o actitudes que salgan de la normalidad. Para ello hace falta escuchar activamente, observar con atención y querer. Demostrar interés y cariño genera automáticamente un vínculo sólido y fuerte que nos ayuda a convertirnos en confidentes y en referentes.

Traducir los gestos, los llantos o los sonidos no siempre es sencillo, pero la mayoría de las veces es cuestión de tiempo. A medida que vamos conociendo a los pequeños, vamos deduciendo qué quieren decir con cada movimiento.


Es complicado que esto suceda si no aceptamos a los niños como son, si los etiquetamos o si marcamos unas expectativas que sobrepasan sus posibilidades.

Ante cualquier intento comunicativo del niño, lo más estimulante para él para seguir probando es nuestra respuesta, la cual, generará simultáneamente el vínculo del cual hablábamos. Las situaciones afectivas en determinados momentos tienen un efecto muy superior al de un beso cualquiera. Si al acostarlos, ante un disgusto, mientras se relajan o al cenar compartimos con ellos un momento de intimidad y de comunicación, ésta, aunque no nos lo parezca, será correspondida.

Y es que hay vínculos que surgen antes de haber nacido...

http://www.abc.es/sociedad/20140512/abci-gemelas-nacen-agarradas-mano-201405121240.html


sábado, 10 de mayo de 2014

¡Me estás estresando!

Los niños también se estresan. Sufren de los nervios como cualquier persona. Los motivos son distintos, claro está; no se preocupan por la crisis ni por el paro. En general, la causa de estrés de un niño es siempre la misma: la incertidumbre. La falta de hábitos y de rutinas, el hecho de no poder anticipar ni prever qué va a pasar o qué tienen que hacer suele ponerlos nerviosos, les genera angustia.


A todo esto se le suma la bomba energética que llevan dentro.

Liberar ese estrés y esa energía no siempre es fácil. Normalmente no saben como hacerlo y por eso, no lo hacen de manera adecuada. No hay que coartarlos sino incitarlos y conducir su liberación de forma sana y constructiva.

Parece un contrasentido pero para ayudar a los niños a desahogarse debemos provocar su excitación:
  • Bailando: poner música y montarse una fiesta en casa, como si no hubiera un mañana.
  • Corriendo: jugar a pillar, a "tu la llevas", a perseguir una pelota, a correr sin rumbo...
  • Gritar: sacar toda la fuerza de voz por unos segundos. Para evitar conflictos vecinales ponerse un cojín o un trapo que amortigüe el rugido.
  • Reír: un ataque de cosquillas o de tonterías hasta que nos duelan las mandíbulas.
Y después, reconducir la situación a la tranquilidad. Bajar la música, tumbarse en el suelo y respirar, hablar en voz baja, ponerse a jugar a algo que les guste y les relaje...

Los niños ocupados están más tranquilos y menos estresados que los que se aburren. Su atención es fácil de captar por lo que, si les mostramos cualquier cosa que capte su interés conseguiremos que la actividad "desbocada" se cierre rápida y efectivamente.

Esta pauta de relajación mediante la liberación de energia tiene que ser percibida por los niños como tal, no como un momento de locura y actividad frenética descontrolada. Les explicaremos: "estás nervioso, vamos a sacarnos los nervios del cuerpo durante un rato y después nos ponemos a jugar a algo".

Este tratamiento es válido para todas las edades. Me voy a bailar un rato.

lunes, 5 de mayo de 2014

Emoticonos

Si las emociones, igual que el lenguaje o las matemáticas, forman parte de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos ¿por qué no se trabajan en el colegio?

La educación emocional es el conjunto conocimientos y actividades que sirven para reconocer y expresar con claridad y justicia nuestras propias emociones y las de los demás, así como para lograr automotivarnos, planificar y vivir con sentido común nuestro día a día.

 Cuando estoy enfadado, Trace Moroney. Ed.: SM

Aunque fue Gardner quien, con su teoría de las Inteligencias Múltiples, destapó "la caja de pandora", ha sido Goleman uno de los mayores difusores de esta teoría.

Otros autores han considerado cuales son las etapas del desarrollo emocional desde los primeros meses de vida el niño. Y es que, aunque no parezca probable, los niños son capaces de reconocer las emociones desde sus primeros días de vida. El llanto suele ser la primera manifestación física de una emoción, que generalmente consiste en llamar la atención del adulto.


La sonrisa nace poco después, y una vez perfeccionada se trabaja primero de manera social y después de manera natural y espontánea.

Con 2 o 3 meses los bebés muestran alegría, sorpresa o tristeza; a partir del quinto mes el miedo y en el octavo ya distingue las propias emociones de las de los adultos que le rodean.


La aparición del lenguaje es un instrumento estupendo para entender la realidad, reflexionar sobre ella y expresar aquellas emociones que nos provoca. Por eso, hasta los 3-4 años se generan el léxico y a partir de esta edad la vergüenza, la culpa y el orgullo son las emociones que dominan sus decisiones,, es decir, sus emociones son el factor clave para decidir con quién y a qué jugar, a quién abrazar...


Cuando a los cuatro años el lenguaje ya tiene un léxico suficiente, los niños son capaces de expresar miedo, enfado, tristeza... y evocando sus primeros recuerdos será como podremos trabajar este aspecto. Debemos procurar que éstos sean agradables para que forjen seguridad en los niños.

Hoy en día los emoticonos están sustituyendo las palabras y cada vez nos cuesta más escribir y (sobre todo) decir las cosas por su nombre. 


En general, el principal elemento de regulación del niño es la madre, o el adulto del cual depende, al que acude buscando consuelo o seguridad.

La herramienta que usan los niños para desarrollar sus emociones y regularlas es el juego simbólico, por lo que es fundamental fomentarlo y dejarlo fluir de manera natural ya sea en el aula o en casa. Aun y así, es fundamental que pongan nombre a las sensaciones que experimentan y que desarrollen la capacidad de reconocerlas en los demás para resolver de manera hábil y exitosa sus relaciones sociales. 


Cualquier conducta emocional bien encarrilada ayudará al desarrollo de una personalidad fuerte y autónoma que permitirá que el niño afronte con seguridad la vida que tiene por delante.


viernes, 2 de mayo de 2014

¡Y con alegría!

Creo que el optimismo es una de las mejores virtudes que puede tener una persona.

Wiston Churchill dijo: “un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, mientras que un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.

Y luego está aquello del vaso medio lleno; el lado positivo; a falta de pan, buenas son tortas; a grandes males, grandes remedios; al mal tiempo buena cara; cuando una puerta se cierra se abre un ventanal; quien canta, su mal espanta; lo que toca, toca y con alegría…

Se puede considerar optimismo como una condición que permite a cada uno “optimizar” la situación en la que se encuentra con realismo, buscando sacar lo mejor, lo positivo antes de centrarse en las dificultades. No obstante, hay una condición imprescindible para ser optimista: confiar en alguien. El optimista cree en los demás, el pesimista sólo cree en sí mismo.

Es importante que los niños confíen en sí mismos, tengan seguridad y buena autoestima, pero todo esto no les hará ser optimistas si no confían en los demás, si no los necesita; ya que pronto perderá los motivos para esforzarse y exigirse a sí mismo. El servicio a los demás es lo que motiva y hace feliz a la persona.


¿Qué hacemos para inculcar y desarrollar el optimismo en los niños? De entrada, procurar ser optimistas, por aquello de educar con el ejemplo.

Cuando los niños son pequeños deben vivir en un ambiente alegre, ajenos a las preocupaciones. Deben ver valorados y estimulados sus puntos fuertes y sus cualidades. Al mismo tiempo no hay que sobreprotegerles ni evitarles reconocer sus propios fracasos, porque de ellos también se aprenden. La frustración bien dosificada es un impulso a seguir intentándolo (insisto, dosificada: la frustración desmesurada puede provocar desmotivación y pesimismo).

Metas que supongan un reto pero que sean alcanzables, claras y concretas. Confianza en el adulto, en los compañeros, en el entorno. Ambiente alegre y amable. Facilidad para tomar decisiones y autonomía para responsabilizarse de sus consecuencias. Crecer y mejorar como persona y como miembro de una sociedad (familia, escuela, ciudad…).

El optimismo se puede entrenar físicamente además de emocionalmente:



Todo esto nos hace optimistas y el optimismo (junto con la fortaleza) conducen a la paz interior y a la alegría.