miércoles, 27 de agosto de 2014

Buena gente

Hoy, como algunas otras veces, tomo prestado el texto de un experto: Leopoldo Abadía. Su experiencia no se ciñe al ámbito educativo, aunque dada su biografía, éste también debe ser un área que domina.

Su escrito, que transcribo literalmente de un correo que he recibido, se puede resumir en dos puntos: dar a los hijos una buena formación, la mejor posible, tanto académica como personal y responsabilizarse de la misma. Mejor nos lo explica él:
Nuestros hijos
Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. 
Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados". 
Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. 
En muchas de mis conferencias, se levantaba una señora (esto es pregunta de señoras) y decía esa frase que a mí me hace tanta gracia: "qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" 
Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"
Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: 
"y a mí, qué me importa?!" 
Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.
Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64. 
Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.
Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:
1. La guerra civil española 
2. La segunda guerra mundial 
3. Las dos bombas atómicas 
4. Corea 
5. Vietnam 
6. Los Balcanes 
7. Afganistán 
8. Irak 
9. Internet 
10. La globalización
Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. 
Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!
Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.
Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.
A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales.Lo que por ahí se llama "buena gente".
Porque si son buena gente harán un mundo bueno.
Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: 
que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos...
En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran. 
Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho qué hijos íbamos a dejar a este mundo. 
A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. 
Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro,
en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas. 
Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de "Historia de mi pueblo" (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas. 
Pero lo fundamental es lo otro: los padres. 
Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, 
que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura,
que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. 
Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA. 
P.D.:
1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres. 
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas
que sacaba su padre cuando era pequeño. 
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.
Leopoldo Abadía
Al final, de lo que se trata es de educar "buena gente", íntegra, abierta, valiente, responsable, ..., feliz.

Hoy he leído una frase que me ha parecido una sentencia brutal: 


Agrandemos el espíritu de los niños, mirando adelante con optimismo y ganas de ser cada día un poco mejores.

sábado, 23 de agosto de 2014

Un juego inocente

Ayer llovió a cántaros y hacía frío en la Costa Brava. El trending topic del día debió ser #parecementiraqueestemosenagosto. Hoy tampoco vamos a tener un día muy veraniego. Este tiempo loco es más propio de primavera o de otoño. Sin embargo, los niños son ajenos al clima. Su trabajo, que es aprender y descubrir, no les da vacaciones. Es un proceso constante que no se para aunque llueva, nieve o haga sol.

En estas, recibo un whatsapp de una buena amiga y mejor mamá de dos niños: Ignacio (2 años) e Inés (5 meses). Inés, que así se llama la mamá, me preguntaba por un mail mío que había recibido, está fue la conversación:


 


Realmente, los adultos podemos llegar a matar la creatividad de los niños. A Ignacio se le ha ocurrido un juego por que ha sido capaz de generalizar un conocimiento que ya había adquirido en anteriores situaciones y que en su momento le resultó significativo o que ha deducido tras un rato de experimentación. Sin pensar que lo que tenía delante era una raqueta y un boli, repite el patrón que en su día le divirtió o que le parece un gran descubrimiento. 

Como en esta etapa todo aprendizaje es global, además Ignacio está trabajando la pinza, la motricidad fina, la coordinación ojo-mano, el control muscular y la segmentación corporal junto con las habilidades cognitivas de emparejamiento, relaciones espaciales, lateralidad... ¡Y parecía un juego inocente!

Y es que una cosa es "tumbarse a la bartola" y la otra es tumbarse a trabajar, como hace Inés:


Esta capacidad de los niños de dar distintas respuestas a una misma situación es lo que llamamos pensamiento divergente. Un niño capaz de encontrar más de un uso o más de una respuesta a un planteamiento dado va a ser un niño con una metacognición y una capacidad de regular el propio aprendizaje mayor que aquel que sólo sabe dar una única respuesta basada en el contenido previamente aprendido y a través de los procedimientos ya practicados.

Como adultos debemos ofrecer modelos que guíen los pasos de los niños para resolver aquellas situaciones que sean complicadas pero en esta ayuda o guía debe tener cabida la creatividad y la autonomía en el aprendizaje.

¡¡Enhorabuena Inés: tus hijos Ignacio e Inés están dando Pasitos de Gigante!!

martes, 19 de agosto de 2014

In-necesidades


Con esta frase retumbando en mi cabeza hace varios días, no he podido resistirme a recordar lo que hemos hablado ya en varias ocasiones. 

Cuando digo "necesita" me refiero a todos aquellos "extras" que, hasta que no los logramos parece que no vayamos a poder sobrevivir y que cuando los tenemos resultan no ser lo que esperábamos o incluso despiertan un sentimiento de frustración. Sobre todo porque cuando ya tenemos ese "extra" tan deseado, entonces surge el siguiente, y así de forma indefinida de manera que nunca logramos sentirnos plenos.

Hay varias cuestiones a desarrollar en lo relativo a las necesidades de los niños:

1. Crear necesidades: los adultos que estamos a su alrededor somos responsables de las necesidades que los niños tienen. Soy partidaria de salir con los niños, de que experimenten, de que se empapen de naturaleza, cultura, tecnología... pero todo en su justa medida. Tiene que haber un tiempo para saber estar en casa y jugar o aburrirse sin necesitar volver a salir.

2. La falta de creatividad y autonomía provocan más necesidades: los niños que juegan sin la compañía o dirección del adulto suelen tener más imaginación y capacidad de tomar decisiones y regularse a nivel cognitivo. Está muy bien jugar con los niños de vez en cuando pero es importante dejarles un espacio en el que de manera independiente y creativa construyan sus propios juegos. Después puede haber un rato para compartir con los adultos esa experiencia.

3. Educar la frustración: todo no puede ser. El aquí y ahora no puede entrar en el esquema cognitivo de los niños como algo posible, ni si quiera pronunciable. "Yo quiero ir al parque de atracciones" y la familia se moviliza y va. "Quiero cenar pizza en tal restaurante" y a cenar fuera. "No quiero ir a la playa" y el papá se queda sin baño porque alguien se tiene que quedar en casa. Este tipo de cosas, que siempre se hacen por cariño o por evitar una discusión (que en realidad no se tendría ni que producir), no educan ni ayudan a los niños a ser fuertes.


En este sentido la tecnología (móviles, tablets y TV especialmente) no nos ayuda en nada: el entretenimiento es inmediato y no requiere un esfuerzo creativo ni un coste para los padres pero está creando una generación donde la capacidad comunicativa, y concretamente la expresiva, es cada vez más pobre y el razonamiento y la argumentación son prácticamente nulos.

Seguramente hay muchos más elementos que alimentan las necesidades innecesarias de los más pequeños pero creo que empezando por estas tres tenemos mucho ganado.


Pensemos qué es lo que realmente necesitan los niños y de lo demás hagamos una muy buena selección.

jueves, 14 de agosto de 2014

Con sólo una mirada

Como bien decía Marta Sánchez, una sola mirada o palabra pueden tener un efecto enorme sobre los demás.


Las miradas también educan. De hecho, el lenguaje corporal habla casi tanto como el verbal en algunas circunstancias. Es importante que los niños encuentren en nuestras miradas un cariño profundo y una comprensión inmensa, pero también reprobación o seriedad si la situación lo exige.

El uso de la mirada y los gestos se va desarrollando de forma inconsciente, pero sorprendentemente se adquiere rápidamente desde los primeros meses de vida.


Entre hermanos y amigos la mirada también es una herramienta comunicativa. A veces, las "grandes ideas" y los mejores juegos surgen entre ellos tras una mirada cómplice. 

Las relaciones familiares tienen un poso muy profundo que va más allá de las palabras. Todos sabemos qué es lo que nos quieren decir nuestros padres aunque no hayan abierto la boca. Igualmente, los hijos expresamos demandas de atención, cariño o comprensión sin necesidad de mentar palabra.

Y es que, como dice el poeta...

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.

Gustavo Adolfo Bécquer


domingo, 10 de agosto de 2014

Lágrimas negras

Llantos sin sentido, sin razón justificable, porque no saben que les pasa o porque no quieren que les pase lo que les está a punto de suceder.

Los niños lloran con o sin causa porque es un medio más de expresar sensaciones, sentimientos o necesidades que a veces no son capaces de transformar en palabras.

No sabría decir si esta niña llora porque realmente siente lo que dice o porque ha tenido "un día duro" y es hora de irse a la cama, en cualquier caso su discurso me parece precioso:



No todos los llantos deben ser atendidos de la misma manera. Los que comentábamos al principio deben acogerse con ternura y paciencia y tienen que servir para ayudar al niño a desarrollar sus habilidades comunicativas, establecer vínculos afectivos...

Luego hay otro tipo de llantos: las pataletas, los celos, la falta de autocontrol, la baja tolerancia a la frustración. En estos casos hemos de llevar más cuidado con nuestra actuación. El cariño y el afecto no deben faltar acompañando a la autoridad y a la coherencia.

Si el niño coge un berrinche porque no le hemos comprado algo, explicándole plácidamente que no se puede tener siempre todo lo que se quiere podemos dejarle llorar tranquilamente hasta que se le pase el disgusto. Si en cambio llora porque su hermano le ha quitado esto o lo otro, vamos a intentar que entre ellos solucionen el problema, sin lágrimas ni peleas.

Si las lágrimas son por causa de una reprimenda que a su vez es consecuencia de su desobediencia, no debemos consolarlo. Tiene que entender que no estamos rectificando. Tenía que obedecer y no lo ha hecho, lo adecuado es corregir su conducta para ayudarle a mejorar.

¡Cuántas lágrimas negras se derraman de niño! Pero qué pocas de éstas recordamos cuando ya somos adultos

miércoles, 6 de agosto de 2014

De serie

Existe una realidad que ya comentamos en su momento: la creatividad, la curiosidad; son rasgos que los seres humanos vamos perdiendo según vamos creciendo y en función de dónde y cómo nos eduquen.

Parece imposible decir que todos nacemos científicos. Muchos de los "de letras" diréis que no. Pero, atentos a esta reflexión:


Como con la ciencia, pasa con todo lo demás. Todas aquellas ocasiones de aprendizaje y experimentación que neguemos a los niños supondrán una merma en sus inquietudes intelectuales.

Disponemos de ocho inteligencias que vienen "de serie", unas más desarrolladas que otras. Aquel niño en cuyo entorno no se estimule una de dichas inteligencias por miedo al fracaso, inseguridad o falta de interés de los padres o profesores, se encuentra ante una puerta que se va cerrando poco a poco y por la que cada vez es más complicado traspasar el umbral.



Michio Kaku habla de la memorización como técnica nefasta de aprendizaje. Estoy de acuerdo. Hay cosas que no hay que aprender de memoria porque no significan nada a largo plazo a nivel cognitivo. La mayoría se olvidan si no se vuelven a utilizar. La memoria es una herramienta necesaria para el aprendizaje del ser humano pero hay que saber cómo y para qué ejercitarla. La tendencia educativa actual es la de la metacognición: comprender como aprendemos, autoregular nuestro aprendizaje.

Todo aquello que manipulemos, que vivamos y que experimentemos calará más hondo que lo que memoricemos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Naturalmente

Muchas veces hemos hablado de entornos enriquecidos. No hay entorno más rico que la naturaleza.


Que un niño disfrute de su entorno natural más cercano despierta en él un espíritu curioso que le lleva a experimentar, probar, establecer relaciones causa-efecto que no tienen parangón con lo que puede enseñar un vídeo de "Érase una vez el hombre". Interactuando, los niños construyen su propio aprendizaje y establecen herramientas cognitivas para aprender de forma autónoma.

Si además, podemos permitirnos el lujo de ir al campo, a la montaña, a la playa... entonces estaremos ofreciendo unas experiencias llenas de significado. En el niño surgen una serie de sensaciones que impactan en todos sus sentidos, se despierta su imaginación y sobre todo su felicidad. 


La novedad interesa, y a los niños más. La naturaleza es uno de los entornos que más asombra a los niños (y a los no tan niños). La flora y fauna que nos rodean son modelos de vida por descubrir, a parte de la belleza, la ternura, el miedo... y la infinidad de sentimientos que pueden despertar en las personas. Adicionalmente, hay una característica en la naturaleza que me parece altamente educativa: la lentitud. Nada de lo que pasa en el entorno natural es inmediato: el proceso de la mariposa, la salida de los caracoles, el anochecer, la lluvia de estrellas, el nacimiento de un cachorro o el crecimiento de una flor tras plantar una semilla. Las aficiones relacionadas con la naturaleza educan la paciencia y la perseverancia, dos virtudes altamente valoradas en el aprendizaje. 




Los niños de hoy tienen la vista puesta en las pantallas y sería conveniente que recuperáramos juegos como el de encontrar formas en las nubes, o caminitos de hormigas o plantar una lenteja entre algodones. Los adultos somos principalmente quienes evitamos el contacto de los niños con la naturaleza: la suciedad, las caidas de los árboles, las picaduras de insectos... Pero en lugar de proteger a los niños, estamos desproveyéndolo de un aprendizaje y una experimentación impagable.

Además, estas salidas familiares o escolares llenan su mochila de recuerdos de cosas buenas, interesantes y divertidas, que a la vez son una fuente de aprendizaje para la vida.