lunes, 30 de mayo de 2016

Un año más (II)

Un año más y cada día más feliz.

Haber reorientado mi carrera profesional fue una de las mejores decisiones de mi vida.

Me gusta mi día a día aunque me agota. Me encanta ir a trabajar aunque mi sueldo nunca me hará ser millonaria. Disfruto ayudando a crecer a cada niño que se acerca a mí confiadamente. Me ilusiona cada proyecto aunque el volumen de trabajo a veces sea desbordante. Llego a casa de buen humor cada día aunque me toque hacer una hora de coche por culpa del tráfico. 

Todos los días valen la pena cuando trabajas rodeada de niños porque todos los días me ofrecen su cariño y buscan el mío. Porque todos los días hay una anécdota. Porque aunque todos los días tienes que "enfadarte", todos los días te ríes. 

Hoy, además de ser mi cumpleaños, en Highlands hemos tenido la clase pública de los castores amarillos. Una clase pública consiste en una "jornada de aulas abiertas" en la que los papás pueden venir a ver cómo sería un día de sus hijos en el cole. Una jornada de clase pública es un día especial en muchos sentidos: lleva mucho trabajo del que "no luce" detrás, genera algo de nervios, los niños lo viven con mucha intensidad (con todo lo que eso implica...), buscas que todo salga bien: que los niños lo vivan con normalidad y espontaneidad, que los papás salgan contentos, que las coordinadoras vean el fruto de tu trabajo y tu esfuerzo... En general, este año ¡lo hemos conseguido!

Un día de cumple es un día especial. ¡Hasta Google te felicita! Pero la verdad es que las felicitaciones que llegan por sorpresa y con cariño son las que verdaderamente convierten los cumpleaños en días especiales.

El caso es que al haber coincidido mi cumpleaños con la clase pública, se ha organizado una fiesta sorpresa en mi clase con unos 40 invitados con los que he soplado mis primeras velas de un año que promete estar cargado de energía y de ganas de seguir haciendo lo que más me gusta lo mejor posible. 

Acabo el día con un año más. Hago el balance de lo bueno y malo y hay tanto bueno que lo demás no tiene importancia.


lunes, 23 de mayo de 2016

La Universidad de la Vida

Si nos paramos a pensar, a nivel de aprendizaje, la etapa de la infancia es en realidad la más intensa e importante en la vida de una persona.

Al nacer aprendemos a sobrevivir, a utilizar nuestros órganos y nuestros instintos para llevar a cabo nuestras funciones vitales. Es cierto que es un aprendizaje intuitivo, que no requiere más entrenamiento que el cachete que te dan en la sala de partos para que empieces a llorar. Pero es crucial. Llorando empezamos a relacionarnos con los demás. Pero también empezamos a aprender.


Según pasan los meses nuestro sistema motor y nuestros sentidos se van volviendo más eficaces y precisos, permitiéndonos explorar, relacionar, gatear, e incluso, andar y hablar.

El aprendizaje del habla parece algo natural y sencillo pero, si reflexionamos al respecto, podríamos verlo como casi un milagro. Y es que no somos seres que solamente emitimos sonidos. Al despertarse el lenguaje también lo hacen la comprensión y el razonamiento, que van a permitir al ser humano desenvolverse en circunstancias cada vez más complicadas.


Por otro lado, el hecho de caminar ofrece gran una autonomía y una independencia, eso es obvio, el caso es que a veces no caemos en la cuenta de que no hace apenas un año del nacimiento de ese crío que ya está empezando a andar.

Lo que viene después crece a una velocidad de vértigo. La cantidad de vocabulario, los movimientos, las conversaciones, el razonamiento, las habilidades sociales, las normas, la escritura, la lectura,... En definitiva, las competencias básicas que una persona necesita para desenvolverse con éxito en la sociedad en la que vive.


Parándome a pensar, la verdadera carrera universitaria se hace entre los 0 y los 5. Está claro que es una carrera agradecida de estudiar, muy exigente pero muy apasionante, llena de sorpresas y novedades, por lo general, envuelta de cariño desde el primer día de "clase". Pero, sobre todo, es una carrera sin la cual es muy difícil aprobar en la universidad de la vida.


lunes, 16 de mayo de 2016

InGenios

La educación está cambiando, o debería. El contenido ha dejado de ser lo principal para cederle paso al procedimiento. Las habilidades y las competencias priman sobre la teoría. Tiene sentido para una sociedad que lleva toda la información guardada en un bolsillo de los vaqueros.


En los colegios se trabaja el contenido a través de la investigación y el proceso científico: planteando hipótesis que tras una serie de procedimientos de contraste y validación determinaremos como ciertas o falsas. Los niños son capaces de hacerlo. 

Otra vía de aprendizaje es la del interrogatorio. Es algo que ellos dominan: ¿cómo lo has hecho?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿qué opinas?, ¿qué crees que pasará?...

Igualmente, plantear a los niños problemas de la vida cotidiana como ejercicio rutinario despierta su creatividad en paralelo a su sentido común. Se trata de presentar al niño situaciones reales para que él mismo busque una solución factible. Por ejemplo: "Me he dejado las llaves dentro de casa y no podré entrar. ¿Qué hago?". Os puedo asegurar que las respuestas os darán más de una idea que jamás os habíais planteado: desde coger una escalera de bomberos para entrar por la ventana hasta esperar en la puerta a que llegue alguien que tenga las llaves de tu casa, pasando por cortar la puerta, abrirla con otra llave, llamar a tu mamá, entrar por la terraza de tu vecino...


La acción, la manipulación, el saber hacer... es lo que lleva al niño a aprender. Cuantas más oportunidades tenga de responder activamente los por qués y los cómos, más conocimientos irá adquiriendo.

El grado de autonomía en el que ha sido educado un niño determina su capacidad de dar respuesta a este tipo de problemas y preguntas. Me gusta lo que dijo Montessori en este sentido: 

"Cualquier ayuda innecesaria que damos al niño es un obstáculo para su aprendizaje".

En la medida en que les allanamos el camino y les apartamos los obstáculos, teóricos o prácticos, con los que se encuentran, más limitamos sus herramientas innatas de aprendizaje: la curiosidad y la exploración.

lunes, 9 de mayo de 2016

Tengo suerte

El otro día me llegó un link con este texto:
Buenas, soy Emilio Calatayud. En mis charlas siempre digo que en España, por desgracia, el menor de los políticos es el político que se ocupa de temas de menores, el menor de los médicos es el pediatra, el menor de los jueces es el Juez de Menores, el menor de los fiscales el fiscal de Menores y el menor de los maestros el maestro de Infantil. ¡Qué gran equivocación! Las ‘seños’ de Primaria -porque, por lo que yo he visto, la mayoría son ‘seños’- son la cima del sistema educativo. Todos los días se encierran con quince chiquitines de tres a cinco años que van a su bola y no sólo no salen corriendo a la media hora, sino que los educan. Aprenden a hablar el idioma de los peques, se entienden con ellos, pero no son sus colegas: sino las ‘seños’. No sé cómo se las arreglarán luego para volver a la vida normal, ja, ja, ja. No creo que haya un trabajo más vocacional que el de ‘seño’ de Infantil. Cuando las ves trabajar son como niñas grandes, pero con una gran responsabilidad: que si este se ha atragantado, que si el otro se ha caído, que si aquel está siempre callado… ¡Qué grandes las ‘seños’ de Infantil!
En primer lugar, mi más sincero agradecimiento a su Señoría. Me enorgullece decir que yo soy una de esas "seños menores" que ha aprendido a hablar el idioma de los peques y que, no sólo no salgo corriendo tras un rato con ellos, sino que de lunes a viernes me pasan las horas volando. 

Tengo suerte.

Tengo la suerte de poder comparar esta etapa laboral con una anterior, muy distinta (la auditoría). Tengo la gran suerte de poder sentir cuánto puede llegar a llenar un trabajo y qué importante es ser feliz en tu profesión. Tengo la inmensa suerte de poder desarrollarme personal y profesionalmente cada minuto de cada día; porque sí, las "seños" llegamos a desarrollar ciertos súperpoderes que existían latentes en nuestro interior: la (infinita) paciencia, la improvisación, la creatividad, la ilusión (de los niños y propia), la capacidad de abstracción, el ensordecimiento selectivo, el poder de hipnotizar, las habilidades comerciales de convertir en best seller el trabajo más aburrido del mundo...

Tengo la enorme suerte de formar parte de un ratito de la vida de unos niños que se han colado en mi corazón y que me lo tienen robado.



lunes, 2 de mayo de 2016

Vísteme despacio que tengo prisa

Papás y Mamás del mundo: sé que si un niño en casa se pone pesado o se porta mal, su comportamiento en casa es "n millones de veces" peor que en el colegio.

Del mismo modo, sé que, aun queriendo hacer todo lo mejor para vuestros hijos y procurando siempre buscar su mayor beneficio, las obligaciones de cada día junto con los imprevistos (también de cada día) hacen que no siempre lleguemos a cumplir los objetivos o, lo que es peor, que nos desbordemos tomando la dirección contraria a dicha meta.

En mi humilde opinión, hay un factor clave que determina de manera radical la conducta y el cariz que va a adquirir lo que en principio iba a ser "un desayuno tranquilo en casa": las prisas. Cuando el adulto vive acelerado transmite un nerviosismo y una agitación que al niño, más que alentarlo, lo agobia.

Además, el hecho de decir "vamos, corre, termina ya, vistete rápido, acaba ya de cenar, volando a recoger, deprisa,..." acelera su sistema motor pero no su obediencia ni su velocidad. Incluso a veces provoca una lentitud y una parsimonia que acaban por desesperarnos.

Igualmente, el hecho el de de insistir en algo miles de veces con impaciencia no significa que llegue a hacerse realidad: "sube al coche, vamos sube, yo me voy, sube y abróchate; abróchate, corre, abróchate ya el cinturón o vendrá un guardia, arranco!! vamos, abróchate ¡he dicho que te abroches! corre!!!" Quizá, ante el frenazo o la amenaza del urbano o de la fiesta a la que no va a ir, el niño decida abrocharse pero no es la conducta deseable. Lo mejor sería que hubiera interiorizado un hábito y que pudiera tomar la iniciativa para ciertas cosas.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que tantas órdenes desordenadas, con tantas amenazas incumplidas al final nos quitan autoridad, cosa que agrava la situación.

Como vemos, las prisas solo nos invitan a perder los nervios sin producir ningún resultado positivo en el niño ni en nosotros mismos. Está claro que no son sólo las prisas:



Quizá si educamos con calma y sin tanta exposición a las tecnologías y al ritmo frenético de la sociedad adulta, los niños vivan la vida sonriendo a todo lo que les rodea.