martes, 28 de octubre de 2014

A través de sus ojos

José Ramón Gamo es especialista en audición y lenguaje y Máster en neuropsiquiatria infantil, director pedagógico del Centro de Atención a la Diversidad Educativa CADE. Es director técnico de la Fundación de Educación Activa y director psicopedagógico del Proyecto Lumen además de formador de profesionales de la educación en centros escolares. Y además de todo esto, tiene TDAH.

Dado lo ágil e interesante del tema me limitaré a hacer un breve comentario sobre la primera parte (hasta el minuto 45) en la que el experto nos define el TDAH.


El Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es un síndrome, no una enfermedad y por lo tanto no conlleva -siempre- un trastorno de conducta, social o emocional. El problema es que, si este síndrome no se aborda de forma adecuada en los entornos más directos a los niños, esto sí puede provocar trastornos que en la mayoría de los casos terminan por requerir medicación para ser tratados.

En este sentido, es más conveniente y eficaz cambiar la metodología en casa y en el aula por un método integrador y globalizador. Debemos reflexionar sobre la metodología empleada en los colegios de manera que atienda a todos los factores, demostrables a nivel científico, que nos dicen cómo aprende un cerebro, de manera que no excluyamos a los que no tienen ese TDAH y que al mismo tiempo va a mejorar la calidad del proceso de enseñanza aprendizaje. La reflexión sobre nuestras prácticas educativas está sobre la mesa, no perdamos más tiempo.

El ponente nos explica de forma muy gráfica, usando el símil informático, como funciona el cerebro en una persona sin y con TDAH para que comprendamos mejor cómo piensa una persona con este diagnóstico. 

Según cuenta en la primera parte de la conferencia, el cerebro límbico o emocional es el más primitivo y no es controlable: no se pueden controlar las emociones, sí la conducta que adoptamos ante una emoción. El cerebro pensante es el propio del Homo Sapiens Sapiens aunque nosotros solo somos conscientes de nuestro pensamiento cuando se activa el lóbulo frontal. Ante cualquier orden que emite el cerebro, el lóbulo frontal activa otros elementos como la memoria operativa, que puede despertar la inhibición de la orden, el autocontrol de las emociones y establecer metas conscientes ante una emoción. 



Al hablar de un TDAH este engranaje no funciona así. Su capacidad para hacer operaciones ejecutivas corresponde a la capacidad de un niño un 30% más joven debido a un espesor menor de la corteza prefrontal. Lo mismo pasa con la capacidad para inhibirse, para autorregularse, para activar la memoria a corto plazo, para perseverar y tener voluntad, (...), para concentrarse. La repetición de las órdenes, metas o instrucciones debe ser algo constante en su día a día.

Es interesante oír como Gamo explica las diferencias entre atención y concentración y lo complicado que es vivir con esta disfunción en el control de la concentración. Un niño con TDAH constantemente pierde (olvida) su foco de atención y lo reubica por otro corto periodo de tiempo en otra cosa, y así todo el día.

Ver el mundo a través de sus ojos nos ayuda a entenderlos mejor, a ayudarlos más eficazmente.



viernes, 24 de octubre de 2014

¡Manos arriba!

No soy partidaria de que los niños jueguen con armas, ni a batallas o a luchas. El cine y las series de TV ya son suficientemente violentas como para fomentar juegos bélicos en ellos; pero hay una cosa para la que las pistolas son de gran utilidad: para aprender a hacer la pinza correctamente. 






En mi clase de P4 todos los niños ponen sus deditos en posición correcta al grito de "¡PISTOLA!"

Los niños de dos años empuñan los lápices y los colores, en el cole se trabaja mucho la psicomotricidad fina para que se vaya automatizando el gesto correcto para cogerlos correctamente.

En P3, todavía hablamos de una fase de pre-escritura en la que los niños ya van adquiriendo la posición correcta de la mano aunque se debe hacer un seguimiento muy personalizado que evite los vicios y provoque problemas para las fases posteriores de la escritura. El trabajo sigue en P4 y en P5. Al final de la etapa de infantil la pinza ya debería estar perfectamente adquirida.

Fortalecer los dedos de la mano y darles agilidad en el movimiento es una actividad muy importante que no podemos descuidar puesto que dificultaríamos bastante el desarrollo académico del niño.

Cosas tan comunes como abrocharse los botones de una chaqueta, meter pajitas en el zumo, enroscar tapones, abrir un yogur o un paquete de galletas, abrocharse el velcro de las zapatillas, enganchar pegatinas, petar burbujas del papel de embalar, romper papeles en trocitos o hacer bolitas con él, tender o jugar con las pinzas de la ropa... Vigilemos siempre que usen los dedos pulgar e indice para sujetar y el corazón como dedo de apoyo

Son actividades low cost y que favorecen mucho el correcto desarrollo psicomotor de la mano y los dedos. Evidentemente y como pasa siempre en la educación infantil, con cualquiera de estas tareas tan simples trabajamos muchas otros aspectos del niño como la atención, la autonomía, o la coordinación ojo mano. Pero ¡ojo! los dedos así:


Así que, a partir de ahora ¡desenfundemos nuestras armas!

domingo, 19 de octubre de 2014

Cortar por lo sano

La paciencia es una virtud muy valorada entre padres y madres, en los maestros debería darse por supuesto. Para ejercer la paternidad o en el ámbito de la enseñanza es casi imprescindible. El que se ha considerado impaciente toda su vida, se da cuenta que existe un poso de paciencia latente en su interior que empieza a salir a la luz cuando se encuentra en pleno desarrollo de su papel de progenitor.

No obstante, la paciencia no es infinita y, es más, no tiene por qué serlo. La típica frase de "se me está agotando la paciencia" es real y para muestra...


Y es que hay veces que, cuando los niños (y no tan niños) han despreciado todas las oportunidades que les hemos brindado, hay que cortar por lo sano. Atajar el problema de raíz.

El vídeo anterior es un ejemplo un poco drástico, pero estoy segura de que este chico está trabajando, aunque su único leitmotiv sea ganar dinero para comprarse más vídeojuegos.

Otras veces los niños están inquietos o "pesados" por el simple hecho de ser niños: cansancio, ganas de moverse, malestar, hambre... y la paciencia nos puede ayudar a controlar nuestras reacciones pero siempre podemos buscar medios alternativos para distraerlos hasta poder resolver dichas inquietudes.




miércoles, 15 de octubre de 2014

Porque yo lo valgo

Hay dos cuestiones que parecen independientes pero que están íntimamente relacionadas: la profecía autocumplida y la aceptación.

La primera consiste en generar en el niño actitudes, hábitos o virtudes que no existían a base de repetirle constantemente que él es así, por ejemplo: "Menganito, ¡eres muy pesado!" pues Menganito acabará siendo pesado o "Fulanito ¡qué mal te portas!" y Fulanito tenderá a portarse mal... Está altamente relacionado con el tema de las etiquetas que tratamos en Código de barras. Viene a ser similar al Efecto Pigmalión.


Paralelamente, podemos usar exactamente la misma profecía para generar actitudes positivas, hábitos saludables o virtudes en lugar de defectos: "Menganito ¡cuánto me gusta que me pidas las cosas por favor y sólo una vez!" y Menganito aprenderá (a través de la repetición) que con una vez es suficiente, o "Fulanito ¿te has equivocado? ¿no volverás a hacerlo? ¡qué bueno eres!", y Fulanito volverá a hacerlo pero ya habremos despertado en él la conciencia del bien y el mal...

El segundo punto es la aceptación de los niños tal como son, no debemos perseguir que sean distintos porque no son una extensión de sus padres, sino personas únicas e irrepetibles con una personalidad y un entorno que los hacen ser así. La sensación de crecer sabiendo que tus papás querrían que hicieras las cosas de otra manera es muy negativa y perjudicial para el niño. Evidentemente hay que ser ambiciosos y buscar la excelencia en su educación.



Al final, no aceptar a un niño tal y como es supone tener unas expectativas puestas en él que difícilmente va a alcanzar o, haberlo etiquetado, condenándolo por sus debilidades antes de valorar sus puntos fuertes.

Soy partidaria de los límites y del reconocimiento de la autoridad (que no autoritarismo) del adulto pero no todo vale ni todos valemos para todo. Sea cual sea la cualidad ausente en nuestros niños, obviémosla. Destacar los esfuerzos, los logros grandes o pequeños, lo que hacen que ese niño sea especial; le hará crecer en un ambiente de seguridad y afecto que favorecerá su autoestima y su autoconcepto. Además, todos tenemos virtudes que hacen que, en mayor o menor medida compensemos nuestras carencias.

Quizá es la peor bailarina de la clase, pero siempre podremos decirle lo orgullosos que estamos del esfuerzo y la perseverancia, ya que eso la hacen mejor que a cualquier otra compañera. Y luego, la vida da tantas vueltas...




domingo, 12 de octubre de 2014

Pause

Hay momentos en que es difícil no ponerse nervioso ante según qué mal comportamiento. Los niños buscan el límite y necesitan encontrarlo para saber dónde está la barrera entre el bien y el mal. Y es justo ahí donde los nervios no deben aparecer.

Además, muchas de sus actuaciones están motivadas por su necesidad de ser atendidos por el adulto. Les gusta que les prestemos atención, aunque sea para reñirles o para darles órdenes. 


Cuando el descontrol se apodera de ellos y saltan la barrera de lo prohibido o cuando no conocen el límite, es cuando esos comportamientos poco deseados como mordeduras, rabietas, pegar al primero que se cruza en su camino, escupir... salen a la luz.

En el juego también sucede a veces que desconocen cuál es el punto en el que éste deja de serlo y se convierte en una situación agobiante o dolorosa para su compañero de diversión. 

En este momento es cuando, en lugar de gritar o desquiciarse hay que aplicar la "Técnica de la pausa obligada". Así llaman en Reglas de oro para educar, de Dorothy Einon, a la técnica que recomiendan para niños de hasta 5 años y que consiste en "ignorar" al niño, haciéndoselo saber, tras una mala conducta como las que hemos citado antes. 

Se trata de hacer lo siguiente: ponerse frente al niño (sacándolo de la habitación donde se ha comportado mal si hay más gente), poner una cara inexpresiva mirándolo fijamente y apartarse de él sin cruzar una palabra. Si la reacción es perseguirnos, hay que desviar la mirada, evitarlo. Cuando esto no sea posible, recomiendan cogerlo en brazos y mantenerlo apretado contra nosotros sin mirarlo o mostrándonos impasibles. Así hasta que se calme, que será cuando le reconozcamos su cambio de conducta -a mejor, claro está- y le dejemos seguir jugando.


Esta técnica tiene consecuencias inmediatas a una mala acción del niño: lo priva de la atención del adulto, de pasarlo bien, de estar con otras personas y de ser recompensado. Así pues, el niño, al que no hemos dicho una sola palabra, recibe cuatro mensajes:
  • Tu conducta es inaceptable
  • Tu conducta no va a tolerarse
  • Tu conducta debe cambiar
  • Hasta que no cambies no retomas tu actividad
De este modo aprende que portarse mal lo separa de lo que le gusta y lo mejor de todo es que no hay que gritar ni diremos o haremos nada de lo que luego tengamos que arrepentirnos para detener ese comportamiento inadecuado.

Y en este juego, nadie es "azúcar"...

miércoles, 8 de octubre de 2014

Humor de perros

No soy amante de los animales, lo reconozco. No es que me den miedo, es que no me gustan. No despiertan en mi interés, no me enternecen.

El caso es que, cuando hay niños de por medio, la cosa cambia.



Dejando a un lado mis gustos, los animales (la naturaleza en general) son una fuente riquísima de experiencias reales, naturales, sensoriales, emocionales y llenas de vida que alimentan el aprendizaje tanto o más que cualquier otro tipo vivencias.

Según Catherine L'Ecuyer en su libro Educar en el asombro, "los niños necesitan más que nunca asombrarse pacientemente mirando como se arrastra un caracol, observando cómo una flor crece, cómo una gota de lluvia resbala por el cuerpo de un ciempiés peludo, viendo aparecer un brote, regando las plantas...".

Es verdad que los niños tienen una pasión natural por la naturaleza y que somos los adultos los que la coartamos. Un animal en casa o en un zoo despierta en ellos una infinidad de preguntas y respuestas que de otro modo no aparecen. Y si además añadimos el desarrollo motor que favorecen algunas mascotas como la del vídeo así como tantas virtudes (responsabilidad, dedicación, esfuerzo,...) podemos decir que la naturaleza, por sí misma, educa a las personas.


sábado, 4 de octubre de 2014

¿Por qué será?

Mi hij@ grita mucho... ¿será porque te ha oído gritar?
Mi hij@ no come de todo... ¿será porque tú tampoco? ¿o porque sólo cocinas lo que le gusta?
Mi hij@ no lee... ¿será porque no te ha visto aguantar un libro?
Mi hij@ es impaciente... ¿será porque siempre vas con prisas y nervios, justos de tiempo?
Mi hij@ no va al baño solito... ¿será porque, para ahorrarte cambiarlo, lo acompañas siempre?
Mi hij@ es muy sensible, llora si la corriges... ¿será porque le pones pocos límites?
Mi hij@ tiene muchas pataletas últimamente... ¿será porque cada vez que tiene una se sale con la suya?
Mi hij@ dice palabrotas e insultos... ¿será porque los habrá oído en casa o en la TV?
Mi hij@ no come fruta... ¿será porque no se la das de postre o merienda?
Mi hij@ no se duerme sólo... ¿será porque lo has metido varias veces en tu cama?
Mi hij@ contesta mal... ¿será porque alguien le habrá enseñado ese tono?
Mi hij@ no obedece... ¿será porque su desobediencia nunca tiene consecuencias?



Mi hij@ es muy cariños@... porque yo le demuestro a diario cuánto le quiero y procuro serlo con los demás.
Mi hij@ es alegre... porque intentamos que, a pesar de cualquier pesar, en casa se respire optimismo y alegría.
Mi hij@ es muy creativ@... porque le dejo experimentar, jugar, probar y divertirse con cualquier cosa.
Mi hij@ es reflexiv@... porque intentamos pensar antes de hablar  y sobre todo de gritar, nos interesan sus porqués y respondemos a sus preguntas con infinita paciencia.Mi hij@ es muy servicial... porque desde pequeña le hemos enseñado a ayudar a los demás empezando por hacerlo en casa.
Mi hij@ prueba de todo... porque en casa se come lo que hay, no hacemos menú especial para nadie.
Mi hij@ habla con educación... porque las normas de cortesía están siempre presentes en nuestro vocabulario.
Mi hij@ es ordenad@... porque antes de sacar un juguete hay que guardar el anterior y porque la ropa sucia hay que llevarla a lavar, como el plato después de comer.
Mi hij@ tiene muy buen vocabulario... porque le hablamos con propiedad y leemos mucho juntos.
Mi hij@ tiene iniciativa... porque procuramos no resolverle todos los problemas a los que se enfrenta.
Mi hij@ es perseverante... porque en casa no tiramos la toalla a la primera de cambio, practicamos para ir mejorando.
Mi hij@ es... lo que nosotros (padres, maestros) esperamos que sea.


Tener expectativas positivas, altas pero factibles, sólidas, buenas, optimistas... sobre los niños hará que sus pasos se encaminen en esa dirección. Sólo hay que enseñárselo con el ejemplo.