lunes, 7 de noviembre de 2016

Nunca es tarde...

¡Si la dicha es buena!

Como habréis podido observar, el número de posts que hemos ido publicando ha bajado de manera significativa.

En esta vida hay que saber establecer prioridades. Hay varios refranes para esto: "quien mucho abarca poco aprieta", "no se puede estar en misa y repicando"... Yo he tenido que centrarme en el estreno como profesora de primaria en un cole donde cada día -incluso, cada minuto- es diferente, guarda una sorpresa. Y a esto, hay que añadirle el hecho de conocer a todo el alumnado de la etapa, la metodología didáctica, las rutinas y el funcionamiento interno...

Y es que cuando tienes muchas cosas entre manos, puede pasarte que "los árboles no te dejan ver el bosque" o bien que... 


No es que el Pasito de Gigante no sea importante para mi; me enriquezco con las lecturas que hay detrás de cada post que escribo. Pero no es urgente. Por este motivo no dejo de escribir pero lo hago de forma más esporádica.

Al hilo de lo que comentamos y tras llevar a mis espaldas un buen número de tutorías con papás de niños de varias edades, me doy cuenta de que, a veces, en la educación de los más pequeños nos pasa lo mismo: lo urgente no nos deja ver lo importante.

Es clave establecer cuales son las prioridades a la hora de educar. Desde llegar a un acuerdo entre papá y mamá hasta escoger un centro acorde con el estilo de educativo que se vive en casa, todo importa. Que el niño perciba el ambiente en el que crece como algo coherente y bien sincronizado es clave para que su desarrollo sea correcto. 



Cuando decimos establecer prioridades nos referimos a, conociendo bien al niño en sus fortalezas y sus debilidades, qué queremos que mejore y que explote. Si su habilidad matemática es nula pero es brillante en lo referente a sus habilidades sociales, desde luego debemos ayudarle a aprender matemáticas pero es una obligación del adulto exprimir esa parte social que tanto llena al niño, No se trata solo de saber qué hacer para resolver determinados problemas de aprendizaje o de conducta sino también saber qué priorizar para potenciar ciertas habilidades o virtudes que cada niño posee.

Adicionalmente, hay que establecer prioridades en cuestión de normas, hábitos y extraescolares. Las dos primeras dan seguridad personal y favorecen la autonomía y el pensamiento crítco para la toma de decisiones, la segunda influye en mayor o menor medida en muchos tipos de habilidades. En todos estos ámbitos, tenemos que buscar el crecimiento y el desarrollo de un niño en términos de su felicidad, más allá de lo práctico o lo académico. No llenemos su mente, llenemos su felicidad.


Como decía, a la hora de establecer prioridades, "nunca es tarde si la dicha es buena".