viernes, 11 de julio de 2014

Cogito ergo sum

René Descartes, hace ya cuatro siglos, dio a conocer su célebre frase "pienso, luego existo". El conocimiento de uno mismo llega a través de la interacción de nuestras acciones y nuestros sentimientos con el entorno. Para conocerse es necesario probarse y para ello debemos procurar que los niños piensen y actúen por cuenta propia.

Hay corrientes filosóficas que aseguran que pensamos porque existimos, pero no es el debate existencial lo que se pretende abarcar aquí.


En función del margen de independencia que demos a los niños, más alto será el vuelo que sean capaces de emprender. Ellos mismos, buscaran la independencia en la medida que se sientan seguros y queridos y para ello es necesario motivar y reforzar lo positivo, haciendo que se robustezca su autoestima. 

El niño que crece seguro y con afecto es más probable que tenga una alta autoestima y que se sienta capaz de alcanzar sus objetivos. Es importante que padres y maestros fijemos objetivos personalizados, buscando que cada uno, desde su personalidad y con sus propias características desarrollen al máximo SU potencial. Los éxitos personales, libres de comparaciones y logrados por méritos propios llenan de satisfacción al niño que los logra y los tropiezos y frustraciones en el camino hacen desarrollar la fortaleza, una virtud imprescindible para sobrevivir en esta sociedad en la que todo se nos da fácil e inmediatamente. 

Otro día hablaremos sobre paciencia y perseverancia, dos grandes olvidadas.


Desde atarse unos cordones hasta construir una torre de juguete son pequeños problemas cotidianos que los niños deben ser capaces de afrontar y resolver. El adulto puede acompañar, reorientar y modelar, pero no debería resolver o evitar. Por ejemplo: el momento de enseñar al niño a atarse los cordones puede ser pesado, requiere mucha práctica. Si después de haber indicado los pasos a seguir unas cuantas veces vemos que al niño no le sale, no es buena idea decir, "ya lo aprenderás, ven que ya te los ato yo". Dejemos por lo menos que vaya con "sus lazos" un rato, e insistamos en que está a punto de lograrlo. Seguro que en momentos de aburrimiento vuelve a intentarlo.



En definitiva, la seguridad, el afecto, la autoestima y el entorno (enriquecido) invitan a pensar y por lo tanto, ayudan al niño a conocerse mejor.

¿Tú qué piensas?

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