jueves, 17 de julio de 2014

erre que erre

Siempre decimos que es importante que los niños aprendan a tomar decisiones de forma autónoma y con espíritu crítico, que para sean reflexivos y sepan argumentar sus ideas debemos conversar con ellos y ser coherentes en nuestros quehaceres diarios.

La personalidad y los gustos no son siempre educables. Con el ejemplo, enseñamos lo que está bien o mal, lo que se debe o se puede hacer y lo que no. Con la actitud, el vocabulario y las formas enseñamos a los niños sin apenas darnos cuenta. Son esponjas y lo absorben. Es más fácil que un niño sea muy aficionado al fútbol si sus papás o su entorno lo es.


El pensamiento de un niño se puede influir hasta conseguir que opine o actúe de forma totalmente inversa a lo que inicialmente había planeado. Con mano izquierda y a veces un poco de chantaje, podemos conseguir que lo que el niño veía blanco, lo acabe viendo gris, o incluso negro. La cuestión es si esta influencia le ayuda o le limita. 



A mi modo de ver, sólo deberíamos redirigir aquellas conductas o pensamientos negativos que perjudiquen un sano desarrollo mental, físico o espiritual del niño. Para todo lo demás, hemos de ser abiertos, respetuosos y flexibles, respetando sus opiniones, gustos y criterios. Un niño que piensa por sí mismo y que tiene la personalidad suficiente como para "independizarse" de los gustos de su entorno, es un niño con capacidad de análisis y visión global, seguro de sí mismo y cuya fortaleza, motivación e intereses van a ser más sólidas que las de otro que sólo pretende ser la sombra del adulto que le acompaña.


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