lunes, 7 de julio de 2014

Garabatos

Decíamos que a caminar se aprende caminando y a leer, leyendo. Siguiendo esta máxima, podemos deducir que a escribir y a pintar se aprende escribiendo y pintando. La práctica hará alcanzar la técnica con seguridad y resolver cualquier reto gráfico con éxito.

Ahora bien, existen unos requisitos necesarios para el logro de estos objetivos que principalmente tienen que ver con el desarrollo psicomotor del que hablamos en el último post.


- Nivel adecuado de independencia segmentaria brazo-mano-dedos.
- Control del tono muscular a nivel de presión y prensión que permita el movimiento.
- Hábito de movimiento de rotación de la mano sinistrógiro (hacia la izquierda).
- Direccionalidad de la mano definida de izquierda a derecha.
- Coordinación visomanual.

Con estos ingredientes, la motivación y la madurez cognitiva, física y sensitiva necesarias, podemos considerar que el niño está preparado para agarrar lápiz y papel.

Los primeros intentos no serán más que garabatos pero esta fase es importante, ya que supone el inicio del camio hacia la escritura.

Entre los dieciocho meses y los cuatro años los niños hacen garabatos y para ello necesitan soportes amplios y lápices gruesos. Al principio no tendrán sentido, ni orden, ni pulcritud alguna. Esta fase, a nivel pedagógico, se conoce como "garabatos desordenados" y se caracteriza por la realización de trazos desordenados y variables, carentes de coordinación óculo-manual y de control visual. Sus cambios muestran la evolución psicológica y fisiológica del niño.


Existe una segunda fase que aparece cuando el sentido de la vista se va coordinando con el aparato motor, el gesto se va controlando y ya se pueden observar algunas intenciones del niño en el papel. El niño descubre la relación entre el objeto y el movimiento y aunque aún presenta dificultades para sujetar los instrumentos de escritura, disfruta rellenando toda la página y compartiendo sus creaciones con los adultos. Se deben de observar trazo más largos y variedad de colores.


La tercera fase es dar nombre a los garabatos y, aunque para nosotros sean imposibles de interpretar, para ellos tienen un sentido real. En este punto el niño debe tomar consciencia de que puede dar significado y representar las cosas que le rodean. En esta última fase aumenta el tiempo de dedicación a la actividad artística.


Como siempre, debemos ser flexibles en las edades que aquí se indican. Es posible que muchos niños con tres años sean capaces de hacer representaciones más próximas a la realidad o que, al contrario, con cuatro años sigan haciendo garabatos. Tenemos que estar pendientes en cada caso.


Lo que sí que se cumple en todos los casos es que entre los dos y los cuatro años los garabatos son una actividad motora que debe estimularse mucho para conseguir la representación simbólica y dominar el gesto básico. 



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