martes, 9 de agosto de 2016

Sin rumbo ni dirección

Estos días de vacaciones nos permiten relajarnos, ser más flexibles en las rutinas y los horarios y variar nuestras actividades de ocio. Lo curioso es que los niños de hasta 6 o 7 años se conforman con poco: sólo necesitan mucho espacio para correr y moverse a sus anchas.


Da gusto ver las plazas, los paseos marítimos, los parques... llenos de niños corriendo sin rumbo ni dirección. Patines, bicis, motos, patinetes, cochecitos de muñecas... Arriba y abajo como si llegaran tarde a ningún sitio.

Ayer había clase de aerobic gratis en la plaza de la iglesia de mi rinconcito de la Costa Brava. Pasábamos por ahí de camino a casa y mi sobrino Tomás, de 3 años, sintió la necesidad de ponerse a bailar con el pelotón. Mientras la profesora iba dando instrucciones tipo "¡Izquierda, derecha! ¡Vuelta! ¡y súbelo, súbelo!", Tomás tocaba varias teclas a la vez: doy la vuelta y salto y ahora corro hasta donde está mami y vuelvo a la coreografía y persigo a mi hermano y me uno al baile y encuentro una piedra y la lanzo y sigo bailando y... así hasta treinta minutos. Al acabar la clase, me mira satisfecho y me dice "Ana, he bailado mucho". 


Los niños necesitan correr, saltar, tropezarse, trepar, saltar... ¡moverse! para lograr un correcto desarrollo de su aparato motor, pero también cognitivo, social, de autoconocimiento y autoestima. Y es que moverse, desenvolverse con seguridad y autonomía en el entorno, garantiza una mayor calidad en los aprendizajes. 

En una entrevista para La Vanguardia, Steve Hughes define niño como "el creador del hombre que será". El entorno, las experiencias gratas que se lo ofrecen, las posibilidades de exploración de estimulación que se le dan... todo esto favorecerá la creación de un hombre o una mujer con más habilidades y aptitudes el día de mañana. 


Siendo más precisos en lo que respecta al movimiento, según Hughes (e infinidad de estudios y de neuropsicologos) el cerebro infantil se desarrolla mediante el uso de la mano, de ahí la importancia de darles autonomía y variedad de materiales y actividades para que ejerciten sus manos lo máximo posible. 

Me encanta ver la llegada de un niño a la playa o al parque, cuando sienten que "el espacio es suyo" y corren sin mirar atrás, como si tuvieran que conquistar el lugar. Igualmente, como dice Hughes y como trabajamos en las clases de infantil, el niño que aprende a atarse los cordones de los zapatos, a aborcharse los botones de la bata o la cremallera del abrigo sin ayuda y puede salir al patio el primero, "se siente autónomo, realizado, vive el mundo" y  sintiéndose "seguros de sí mismos, lo aprenderán todo más rápido".



Demos libertad a sus movimientos, como reza la cabecera de este blog: "Ahora los niños trabajan como si yo no existiera" (Montessori).

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