martes, 9 de julio de 2013

¡Castigado!

El mal comportamiento de los niños hay que corregirlo. Si queremos que lleguen a ser adultos íntegros, buenas personas, no podemos mirar hacia otro lado cuando se desobedece o se actúa de forma inapropiada.

Lo complicado es abordar estas situaciones de manera adecuada. Un castigo eficaz no es el que elimina el fin pero no reconduce los medios. Puedes quitarle las chucherías a los niños por haber pegado a su hermano pero ¿qué relación hay entre chucherías y violencia? ¿nunca volverá a comer chucherías? ¿no podremos quitarle otra cosa cuando vuelva a atizar al que le incordie? ¿cuántas veces repetiremos esta acción? 


El objetivo de un castigo es atajar una conducta indeseada lo más pronto posible y orientar al niño hacia el buen camino marcando los límites con la máxima claridad.

Además, cuando nos regañan o nos ofenden, la reacción natural que surge en nosotros es el enfado y la "venganza", además de la insatisfacción personal por nuestro mal comportamiento.


Antes de llegar al castigo, hay que procurar siempre dar más atención al buen comportamiento que al malo ya que así motivamos la repetición de esas conductas. Los niños actúan por la satisfacción del reconocimiento. Esta buena conducta sí hay que recompensarla (con cariño, con tiempo... no siempre con cosas materiales). Al contrario, recompensar negativamente la mala conducta, castigando, no siempre funciona. La mayoría de las veces es mejor no prestar atención y hacérselo comprender mediante la reflexión.

Muchas de las malas conductas son estrategias que sólo persiguen captar la atención del adulto, buscando su cariño y su dedicación al completo. Otras responden a la imitación de lo que el niño ve en su entorno.


Aunque siempre es mejor prevenir que curar, cuando no hay más remedio y hay que castigar, las claves de "éxito" de un castigo:
- Contar hasta 3 antes de hablar.
- Decir las cosas una vez.
- Decir las cosas sin gritar.
- Que sea justo e infrecuente.
- Que el niño conozca el motivo. 
- Tomar una decisión indiscutible con el niño y ser coherente con la misma.
- Dar a conocer las consecuencias de un mal comportamiento antes de que se produzca.
- Actuar con coherencia a las consecuencias cuando se produzca ese mal comportamiento
- No contradecir al padre o madre delante del niño.
- Procurar castigos "educativos" en los que el niño comprenda el beneficio que supone hacer las cosas bien y no mal.
- Enseñar a rectificar y a disculparse y elogiarlo cuando lo haga.
- No amenazar en vano: si se dice, se cumple; si no, mejor no decir nada.
- Buscar castigos en el que el castigado sea el niño y no toda la familia: si el castigo es "¡esta tarde no sales de casa!"; ¿con quién se queda el niño?
- Zanjar el tema una vez se ha cumplido el castigo. No hay que estar recordándole indefinidamente aquello que hizo mal.

Y es que equivocarse es humano, insistir es de necios, rectificar es de sabios y perdonar es divino.

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