domingo, 24 de noviembre de 2013

Miniartistas

Dice Piaget que "la educación artística debe ser, antes de nada, la educación de la espontaneidad estética y de la capacidad de creación que el niño manifiesta". Y añade que "menos aún que cualquier otra forma de educación, no puede contentarse con la transmisión y la aceptación pasiva de una verdad o de un ideal completamente comparado", ya que según él, "la belleza, como la verdad, no tiene valor si no es recreada por el sujeto que la consigue".



Trabajar la expresión plástica es una predisposición cognitiva para el aprendizaje de la lecto-escritura. Supone llevar a cabo actividades de percepción y discriminación visual, coordinación viso-motora, control grueso y fino de la motricidad, desarrollar los sentidos, etc. Ambas actividades, lecto-escritura y plástica, son fuente de placer, fantasía, diversión, comunicación y creatividad. El propio Piaget demuestra que para que el lenguaje se pueda utilizar es necesario que el niño sea capaz de utilizar los símbolos.


Para empezar a representar el mundo el niño debe armarse: lápiz en mano hay que dejarle experimentar. No condicionemos materiales, colores, figuras o soportes en los primeros garabatos. Es importante que el niño haya alcanzado la independencia segmentaria así como la coordinación óculo-manual para poder desarrollar el gesto gráfico.

Según va avanzando en edad, a partir del año y medio aparecen los garabatos como elementos principales de todas sus creaciones. Preceden al grafismo y Suelen ser espontáneos y descontrolados, realizados a modo de juego. 


Cuando la coordinación ojo-mano mejora aparecen nuevos movimientos: garabatos controlados cuyos trazos son más largos y de colores variados. Una vez dominadas las herramientas y los soportes el niño da nombre a aquello que ha pintado (garabato con nombre) y lo asocia a un elemento de la realidad. Entre los 2 y los 3 años la intención del pequeño artista es representar le mundo que él ve. 


A los 4 y 5 años ya hay intención y dominio corporal por lo que ya es capaz de hacer formas reconocibles (a veces sólo para él) y a partir de ahí... personas, casas, árboles... buscando imitar la realidad.  En esta etapa el niño posee una fantasía e imaginación notables que se pueden observar en el simbolismo y el animismo infantil.



A los 6 los dibujos son claramente distinguibles, sobre un tema determinado y dispuestos a ser un código de símbolos gráficos que la mayoría podemos interpretar.


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