sábado, 2 de agosto de 2014

Naturalmente

Muchas veces hemos hablado de entornos enriquecidos. No hay entorno más rico que la naturaleza.


Que un niño disfrute de su entorno natural más cercano despierta en él un espíritu curioso que le lleva a experimentar, probar, establecer relaciones causa-efecto que no tienen parangón con lo que puede enseñar un vídeo de "Érase una vez el hombre". Interactuando, los niños construyen su propio aprendizaje y establecen herramientas cognitivas para aprender de forma autónoma.

Si además, podemos permitirnos el lujo de ir al campo, a la montaña, a la playa... entonces estaremos ofreciendo unas experiencias llenas de significado. En el niño surgen una serie de sensaciones que impactan en todos sus sentidos, se despierta su imaginación y sobre todo su felicidad. 


La novedad interesa, y a los niños más. La naturaleza es uno de los entornos que más asombra a los niños (y a los no tan niños). La flora y fauna que nos rodean son modelos de vida por descubrir, a parte de la belleza, la ternura, el miedo... y la infinidad de sentimientos que pueden despertar en las personas. Adicionalmente, hay una característica en la naturaleza que me parece altamente educativa: la lentitud. Nada de lo que pasa en el entorno natural es inmediato: el proceso de la mariposa, la salida de los caracoles, el anochecer, la lluvia de estrellas, el nacimiento de un cachorro o el crecimiento de una flor tras plantar una semilla. Las aficiones relacionadas con la naturaleza educan la paciencia y la perseverancia, dos virtudes altamente valoradas en el aprendizaje. 




Los niños de hoy tienen la vista puesta en las pantallas y sería conveniente que recuperáramos juegos como el de encontrar formas en las nubes, o caminitos de hormigas o plantar una lenteja entre algodones. Los adultos somos principalmente quienes evitamos el contacto de los niños con la naturaleza: la suciedad, las caidas de los árboles, las picaduras de insectos... Pero en lugar de proteger a los niños, estamos desproveyéndolo de un aprendizaje y una experimentación impagable.

Además, estas salidas familiares o escolares llenan su mochila de recuerdos de cosas buenas, interesantes y divertidas, que a la vez son una fuente de aprendizaje para la vida.

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