miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Te puedo robar un segundo?

Hoy me resulta un poco difícil escribir. Ha sido un día duro a nivel emocional, de esos que te hacen reflexionar sobre tu propia vida; así que el texto de hoy refleja lo que tengo más a flor de piel pero desde un punto de vista educativo.

El resumen es sencillo: no perdamos el tiempo. Vivimos en un mundo vanidoso y egoísta, que hace que las obligaciones y las propias expectativas no nos dejen ser del todo felices. No se trata de tener sino de ser. No se trata de resultados sino de procesos. El que disfruta de lo segundo, va a ser -probablemente- más feliz.

La vida de un niño cambia diariamente. Cada cosa nueva que aprende a hacer o a decir, es un poquito menos de niñez, de inocencia, de curiosidad por satisfacer. Y de repente, no te das cuenta y ya saben leer y escribir o ducharse solos, estudian, hacen deberes, van solos al cole, salen con amigos... También nos pasó a nosotros y es lo que tiene que ser.


Es aquello de que los árboles no te dejan ver el bosque, y el niño que hace nada era un bebé, ya no quiere los mimos y los abrazos porque ya "se ha hecho mayor".

A veces, el orden, el horario, el nivel de estudios, de idiomas (ojo, todo importante y sobre lo que considero que se debe trabajar) no nos permiten ceder, regalar una caricia o un te quiero, divertirnos, jugar, disfrutar del niño al que tenemos delante.

Estos pocos pero preciosos años que dura la niñez debemos entregárselos a los más pequeños. Pasan muy rápido. Ayudarles a crecer es una satisfacción y un orgullo. Ver como cada día ese niño va adquiriendo y desarrollando su personalidad es un privilegio pero además una responsabilidad, porque debemos conseguir que sea un adulto feliz y eso no se logra sólo con normas, estudios e idiomas, requiere también amor (de una madre, un padre, un abuelo, una maestra...).


Tengo la suerte de que me rodean grandes personas optimistas, fuertes, amables, sensatas, buenas, responsables, entregadas a los demás... que cada poco tiempo me hacen tocar de nuevo con los pies en el suelo y con una sonrisa o una palabra amable me ayudan a reordenar mis prioridades en la vida.

Yo no me he dado ni cuenta y ya paso de los 30... Qué cierto es aquello de: "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy"...

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