sábado, 7 de febrero de 2015

R-E-S-P-E-C-T

Para qué nos vamos a engañar. En algunos momentos, por el egocentrismo (propio de la etapa de infantil) y en otros por el egoísmo (propio de la sociedad de hoy), los niños -y no tan niños- no miden las consecuencias de sus actos ni el daño que pueden causar sus palabras.


En una entrevista a Nicholas Carlisle en La Contra del diario La Vanguardia del fin de semana pasado hablan del bullying como epidemia. Carlisle, experto en el tema, lo atribuye a un aspecto discriminatorio: es un ataque a lo que unos, equivocadamente, consideran un defecto en un compañero. La raza, la altura, el peso, las notas, las gafas, el dinero de su familia, una discapacidad física o psíquica... El objeto que causa el bullying puede ser cualquiera. Incluso ninguno.



A veces el modelo ofrecido en el entorno familiar, a veces la telebasura, o el propio temperamento acompañado de la falta de autocontrol, otras los propios complejos que generan baja autoestima o un autoconcepto negativo... Cada acosador tiene una historia detrás. Sin embargo, cada acosado tiene un futuro -difícil- por delante.

El entrevistado Carlisle dice textualmente en La Vanguardia:
"Yo sufrí bullying a partir de los 12 años en una escuela pública en Londres. Era nuevo, el más pequeño, el más bajito y el que sacaba mejores notas (fui becado)....Me llamaban “el enano”. Había niños que pagaban a otros niños para que me robaran la ropa, los libros o para que me golpearan. El resto no se arriesgaban a hablar conmigo. Estaba solo. Completamente. Durante cuatro largos años no tuve ni un amigo. A los 17 años me dieron una beca para estudiar en Oxford y allí todo se normalizó".
Tras años de investigación ha concluido que el bullying en la infancia-adolescencia deja secuelas similares a las del acoso sexual en menores y traumas, causa ansiedad, depresión y problemas de suicidio. Los acosadores tampoco se salvan. Según dice, existen altas probabilidades de que éstos caigan en la drogadicción, la criminalidad o la violencia de género. Solucionarlo, es cosa de todos.



Este psicoterapeuta inglés ha desarrollado una terapia en la que acosador, su séquito y algunos alumnos neutrales se ponen en la piel del acosado, también presente. El acosador consigue explicar qué siente y entre todos buscan la manera de cambiar la situación. Después dan herramientas al acosador para aprender a relacionarse con los demás de manera positiva. En su ONG No Bully trabajan a fondo para la resolución de estos casos.

El artículo acaba con esta sentencia: "El bullying es una representación de todos los prejuicios de la sociedad, y a no ser que demos a los niños la oportunidad de relacionarse de forma exitosa, se llevan estos prejuicios a su vida adulta; por eso tenemos un mundo lleno de violencia e intolerancia". 




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