lunes, 15 de junio de 2015

Brindo por los niños

Ha llegado a mi una reflexión preciosa sobre la educación y la vida, en forma de sermón dominical. Rubem Alves es el autor de estas líneas de su texto Educar que transcribo para vosotros. 
Educar es mostrar la vida a quien aún no la ha vivido. 
El educador dice: ¡Atento, apunta! 
El alumno que lee la dirección apuntada, ve lo que nunca vio. Su mundo se expande, se ve más rico interiormente... Y, sintiéndose más rico interiormente, puede sentir mayor alegría y compartir más alegría, que es la razón por la que vivimos. 
He leído muchos libros sobre psicología de la educación, sobre sociología de la educación, pero, sigo buscando en cualquier libro referencias a la importancia de la educación. 
La primera tarea de la educación es enseñar a ver. Los niños a través de los ojos tienen el primer contacto con la belleza y fascinación del mundo. Los ojos tienen que ser educados para que la alegría aumente. 
La educación consta de dos partes: educación de las habilidades y de las sensibilidades. Sin la educación de las sensibilidades, todas las habilidades se tornan sin sentido. Sin la educación de las habilidades, todas las sensibilidades se tornan sin sentido. Los conocimientos nos dan medios para vivir, la sabiduría nos da razones para vivir. 
Quiero enseñar a los niños. Aún tienen los ojos encantados. Sus ojos están dotados de aquella cualidad que para los griegos era el principio del pensamiento: la capacidad de asombrarse al contemplar lo más simple. Para los niños todo es maravilloso: un huevo, una lombriz, una concha de caracol o el vuelo de las mariposas, o los movimientos de las langostas, un cometa en el cielo, una peonza en la tierra. Cosas que los eruditos no ven. 
En la escuela aprendí complicadas clasificaciones botánicas, taxonómicas, nombres latinos ya olvidados; pero ningún profesor llamó jamás mi atención sobre la belleza de un árbol o lo curioso de las simetrías que muestran sus hojas.  
... 
Las palabras solo tienen sentido si nos ayudan a ver mejor el mundo. Aprendemos palabras para mejorar los ojos. Hay muchas personas con visión perfecta que nada ven... El acto de ver no es algo natural, precisa de ser aprendido. Cuando la gente abre los ojos, se abren las ventanas de su cuerpo y el mundo aparece reflejado dentro de la gente. 
Los niños, sin hablar, nos enseñan las razones para vivir. Los niños no tienen saberes que transmitir. Su encanto es conocer lo esencial de la vida. Quien no cambia su manera adulta de ver y sentir, no se hace jamás niño; jamás será sabio. 
Ama la sencillez.
Ama la ociosidad creativa. 
Ama la vida, la belleza, la poesía. 
Ama todo lo que dé alegría. 
Ama la naturaleza y ten mucha reverencia por la vida.
Ama los misterios.
Ama la educación como fuente de esperanza y transformación.
Ama a todas las personas, pero ten un cariño especial por los alumnos y por los profesores.
Ama a Dios y respeta a las personas.
Ama a los niños y a los filósofos, ambos tienen algo en común: hacen preguntas.
Ama, ama, ama, ama...
En realidad los niños sí tienen saberes que transmitir. De ellos debemos aprender a "celebrar la vida cada día", cada pequeña sorpresa que nos ofrece. Como adultos tenemos la obligación de enseñarles a hacerlo y para ello necesitamos ver con ojos encantados, volver a ser niños.

Otro sabio, Macaco, nos invita a vivir esta alegría infantil para sentir un "estado de felicidad global":

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