lunes, 2 de mayo de 2016

Vísteme despacio que tengo prisa

Papás y Mamás del mundo: sé que si un niño en casa se pone pesado o se porta mal, su comportamiento en casa es "n millones de veces" peor que en el colegio.

Del mismo modo, sé que, aun queriendo hacer todo lo mejor para vuestros hijos y procurando siempre buscar su mayor beneficio, las obligaciones de cada día junto con los imprevistos (también de cada día) hacen que no siempre lleguemos a cumplir los objetivos o, lo que es peor, que nos desbordemos tomando la dirección contraria a dicha meta.

En mi humilde opinión, hay un factor clave que determina de manera radical la conducta y el cariz que va a adquirir lo que en principio iba a ser "un desayuno tranquilo en casa": las prisas. Cuando el adulto vive acelerado transmite un nerviosismo y una agitación que al niño, más que alentarlo, lo agobia.

Además, el hecho de decir "vamos, corre, termina ya, vistete rápido, acaba ya de cenar, volando a recoger, deprisa,..." acelera su sistema motor pero no su obediencia ni su velocidad. Incluso a veces provoca una lentitud y una parsimonia que acaban por desesperarnos.

Igualmente, el hecho el de de insistir en algo miles de veces con impaciencia no significa que llegue a hacerse realidad: "sube al coche, vamos sube, yo me voy, sube y abróchate; abróchate, corre, abróchate ya el cinturón o vendrá un guardia, arranco!! vamos, abróchate ¡he dicho que te abroches! corre!!!" Quizá, ante el frenazo o la amenaza del urbano o de la fiesta a la que no va a ir, el niño decida abrocharse pero no es la conducta deseable. Lo mejor sería que hubiera interiorizado un hábito y que pudiera tomar la iniciativa para ciertas cosas.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que tantas órdenes desordenadas, con tantas amenazas incumplidas al final nos quitan autoridad, cosa que agrava la situación.

Como vemos, las prisas solo nos invitan a perder los nervios sin producir ningún resultado positivo en el niño ni en nosotros mismos. Está claro que no son sólo las prisas:



Quizá si educamos con calma y sin tanta exposición a las tecnologías y al ritmo frenético de la sociedad adulta, los niños vivan la vida sonriendo a todo lo que les rodea.

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