sábado, 10 de noviembre de 2012

¡Qué gane el mejor!

En el ring del día a día, los bebés son grandes luchadores. Muchas veces ganan la batalla.

No me refiero con esto a que haya que afrontar la crianza de un bebé como un lastre o una guerra; todo lo contrario, es una alegría y una fuente de vida y emociones que además, por desgracia, pasan muy rápido. 

No obstante, hay momentos, sobre todo en los primeros meses del bebé que nos plantean un pequeño combate. En ese ring, el ganador siempre debe ser el adulto, que hará lo que más beneficie al bebé aunque éste no lo demuestre con su actitud. 

Pongamos un ejemplo: un bebé desde que nace, en cuanto llora recibe la atención solícita de su mamá, que acude rápido a la cuna a ver qué pasa y si la pena le supera, lo coge en brazos y lo mece y acaricia hasta que se calma. Esta reacción responde a un estado psiquiátrico estudiado por Winnicott y conocido como "preocupación maternal primaria".


Si esta situación se repite de manera continuada, el bebé la interioriza. Asimila en su cerebro que al estímulo "llanto", la respuesta es "brazos". Si esto sucede, lo que va a esperar el bebé cada vez que llore es que vayan a cogerlo en brazos. A medida que vaya desarrollando su autoconocimiento, sus habilidades sociales y a la vez, empiece a pasar ratos más largos despierto, usará el llanto para conseguir su objetivo de captar la atención. De hecho, las relaciones de causa-efecto que los bebés interiorizan son tan claras que las aplican (aunque de manera incosnciente) "sin piedad". Lo mismo pasa con los niños que se acostumbran a dormirse en brazos, de la mano o con una luz encendida, a comer viendo la tele o con un juguete en la mesa, a poner el orinal delante de la tele para aprender a ir al lavabo solitos... 


A eso me refiero, en estas pequeñas batallas, hay que ser firme, constante, paciente. Se trata de evitar que cojan ciertos "vicios" en lo que deben ser sus rutinas y hábitos. En caso de que ya los hayan adquirido, se trata de sustituirlos por unos que sean saludables tanto para el niño como para los padres y esto requiere tiempo y perseverancia. No se consigue de la noche a la mañana. Si antes, con la primera lágrima, pasaba de la cuna a los brazos, ahora hay que empezar un proceso en que se le atienda con un poco de retraso y este retraso cada día será mayor. Al principio será duro porque el bebé llorará más y nos hará sentir despiadados, pero llegará un momento que entenderá que ha perdido la batalla en ese ring


Habrá que estar alerta para que en el siguiente round, el vencedor volvamos a ser nosotros para que ellos salgan ganando en el futuro (independientemente de las circunstancias que les toque vivir...).


1 comentario:

  1. Tras una conversación telefónica quiero aclarar que este post no pretende que se desatienda a los niños. Todo lo contrario, hay que atenderlos SIEMPRE; acudir a ver que pasa cuando el bebé llora o está inquieto y discernir si no es nada o si puede que realmente le pase algo. Si se trata de lo primero, entonces no hay que dejarse ganar en el ring.

    ResponderEliminar