domingo, 26 de enero de 2014

¡Qué ambientazo!

Tras el desgraciado caso de Claudia que vimos en "Caso real" hoy nos centramos en todo lo contrario: ambientes emocionalmente seguros.




El primer entorno de desarrollo de un niño es la familia. Al cabo del tiempo, la guardería, la escuela y la sociedad que le rodea. Así, la lista de personas emocionalmente significaivas para un niño crece a medida que crece su interacción social. En consecuencia, todos estos adultos tienen la responsabilidad de contribuir a la creación de ambientes seguros a nivel emocional de manera que el niño se sienta incondicionalmente aceptado: querido, respetado, atendido, reconocido y valorado, protegido de todo tipo de peligro y escuchado y confortado en situaciones emocionalmente difíciles.

Los ambientes emocionalmente seguros favorecen el equilibrio emocional y por extensión, el desarrollo cognitivo del niño. Un ambiente seguro y positivo va a alentar la creatividad, el espiritu colaborativo, la responsabilidad, así como un buen nivel de autoestima,  autoconcepto y autoconocimiento.


Es importante no confundir un ambiente que haga que el niño se sienta protegido con uno sobreprotegido. Se debe lograr el equilibrio y favorecer la exploración y el descubrimiento autónomo.

Un niño que crece en ambientes hostiles desarrolla en su interior una ansiedad que se arraiga de tal manera en su autoestima que desemboca en problemas temperamentales y de autoestima. Ya vimos en Aterrador lo que un ambiente inhóspito puede suponer en el desarrollo de un niño.

Estos ambientes que garantizan la seguridad emocional son fundamentales para lograr la armonía emocional de la cual hablaremos más adelante.


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