sábado, 22 de marzo de 2014

Elemental, querido Watson

Aunque muchas veces los niños no saben lo que quieren, otras, lo tienen clarísimo. El problema es que les resulta complicado comunicarlo.


Lo que a priori puede parecer un problema, lo podemos transformar en una herramienta de aprendizaje. Cuando un niño quiere algo, tiene que lograr hacerse entender, y ese reto es seguro un proceso cognitivo que le va a ayudar en su desarrollo.

En la etapa de la holofrase, el niño usa sólo una palabra (o una combinación muy simple), normalmente un sustantivo, para referirse a las cosas. Con ellas expresa todo el significado de una frase. Nosotros debemos repetirlas completando las frases para que él vaya adquiriendo el lenguaje, ya que su nivel de comprensión es mayor que el de expresión. Por ejemplo, si ve un perro y dice "guau-guau", nuestro comentario debe ser: "¿has visto un perro?".

Cuando empiezan con construcciones sencillas, debemos repetir su construcción manteniendo una breve conversación. Es decir, si el niño dice "teno sueno", podemos decirle "¿tienes sueño? Es que es muy tarde, ahora nos vamos a la cama a descansar".



Y así, poco a poco, los niños van interiorizando el lenguaje y las construcciones gramaticales necesarias para expresarse. Eso sí, cuando, en estas etapas, aún no tienen todo el vocabulario, no es bueno que acabemos las frases por ellos ni les interrumpamos. Si verdaderamente quieren algo, nos lo harán entender a su manera. Si no es hablando, será con gestos o con señales. Cuando llega el llanto o el enfado, entonces es que su paciencia tiene un límite y el adulto empieza a parecerle un poco... malo en esto de las adivinanzas.

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