martes, 8 de abril de 2014

Echar la vista atrás

Hoy el post no es mío, lo tomo prestado. Con textos así, una se siente orgullosa de ser lo que es.


Las cosas importantes las aprendí en el parvulario 
Todas las primaveras, durante muchos años, me he impuesto la tarea de escribir una declaración de creencias: un Credo. Cuando era más joven, la declaración abarcaba muchas páginas, pues trataba de cubrir todas las áreas, no quería que hubiese cabos sueltos. (…) Desde hace algunos años el Credo es más breve, pero sigo ocupado en él. Hace poco me propuse reducir la declaración de mis creencias a una sola página y expresarlas con palabras sencillas. (…) Me di cuenta entonces de que ya sé la mayor parte de lo necesario para tener una vida plena. (…) LAS COSAS IMPORTANTES sobre cómo vivir, qué hacer y cómo debo ser las aprendí en el parvulario. La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino allí, en el patio del parvulario. Éstas son las cosas que aprendí: Compártelo todo. Juega limpio. No pegues. Vuelve a dejar las cosas donde las encontraste. Limpia todo lo que hayas ensuciado. No tomes cosas que no son tuyas. Pide perdón cuando lastimes a alguien. Lávate las manos antes de comer. Sonrójate. Las galletas calientes y la leche fría son buenas para ti. Ten una vida equilibrada: aprende, piensa, dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja todos los días un poco. Duerme una siesta todas las tardes. 
Cuando salgáis al mundo tener cuidado con el tráfico, tomaos de las manos y manteneros unidos. Maravíllate. Recuerda la pequeña semilla: las raíces se hunden en la tierra, la planta crece y nadie sabe con certeza cómo ni por qué, pero todos somos así. Los peces de colores, los hámsters, los ratones blancos e incluso la pequeña semilla: todos mueren. Y nosotros también. Recuerda los libros infantiles y la primera palabra que aprendiste, la más grande: MIRA. 
(…) Toma cualquiera de estos ítems, tradúcelo en términos adultos sofisticados y aplícalo a tu vida familiar, a tu trabajo, a tu gobierno o a tu mundo, y seguirá siendo verdadero, claro y firme. Piensa cuánto mejor sería el mundo si todos –el mundo entero- comiéramos galletas con leche aproximadamente a las tres de la tarde todos los días y después nos acostáramos a dormir la siesta con nuestra manta preferida. O si todos los gobiernos tuvieran como regla básica guardar las cosas donde las encontraron o limpiar lo que ensuciaron. Y sigue siendo cierto, no importa la edad, que al salir al mundo es mejor tomarse de la mano y no separarse. 
Por Robert Fulghum 
Ed Salvat


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