Si las emociones, igual que el lenguaje o las matemáticas,
forman parte de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos ¿por qué no
se trabajan en el colegio?
La educación emocional es el conjunto conocimientos y
actividades que sirven para reconocer y expresar con claridad y justicia
nuestras propias emociones y las de los demás, así como para lograr
automotivarnos, planificar y vivir con sentido común nuestro día a día.
Cuando estoy enfadado, Trace Moroney. Ed.: SM
Otros autores han considerado cuales son las etapas del
desarrollo emocional desde los primeros meses de vida el niño. Y es que, aunque
no parezca probable, los niños son capaces de reconocer las emociones desde sus
primeros días de vida. El llanto suele ser la primera manifestación física de
una emoción, que generalmente consiste en llamar la atención del adulto.
La sonrisa nace poco después, y una vez perfeccionada se
trabaja primero de manera social y después de manera natural y espontánea.
Con 2 o 3 meses los bebés muestran alegría, sorpresa o
tristeza; a partir del quinto mes el miedo y en el octavo ya distingue las
propias emociones de las de los adultos que le rodean.
La aparición del lenguaje es un instrumento estupendo para
entender la realidad, reflexionar sobre ella y expresar aquellas emociones que
nos provoca. Por eso, hasta los 3-4 años se generan el léxico y a partir de
esta edad la vergüenza, la culpa y el orgullo son las emociones que dominan sus
decisiones,, es decir, sus emociones son el factor clave para decidir con quién
y a qué jugar, a quién abrazar...
Cuando a los cuatro años el lenguaje ya tiene un léxico
suficiente, los niños son capaces de expresar miedo, enfado, tristeza... y
evocando sus primeros recuerdos será como podremos trabajar este aspecto. Debemos procurar que éstos sean agradables para que forjen seguridad en los niños.
En general, el principal elemento de regulación del niño es la madre, o el adulto del cual depende, al que acude buscando consuelo o seguridad.
La herramienta que usan los niños para desarrollar sus
emociones y regularlas es el juego simbólico, por lo que es fundamental
fomentarlo y dejarlo fluir de manera natural ya sea en el aula o en casa. Aun y así, es fundamental que pongan nombre a las sensaciones que experimentan y que desarrollen la capacidad de reconocerlas en los demás para resolver de manera hábil y exitosa sus relaciones sociales.
Cualquier conducta emocional bien encarrilada ayudará al desarrollo de una personalidad fuerte y autónoma que permitirá que el niño afronte con seguridad la vida que tiene por delante.
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