lunes, 24 de agosto de 2015

Tenemos que hablar

Hablar por los codos, no callarse ni debajo del agua, hablando se entiende la gente,... El ser humano, como ser social que es, necesita comunicarse y expresar sus ideas, emociones y pensamientos al resto del mundo a través del lenguaje, la música, el arte o con su propio cuerpo.


Ernest Hemingway dijo "se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar". Tenía razón. En los primeros años de vida de un niño nos esforzamos en que adquiera el lenguaje; y hacemos bien. Dar modelos correctos y hablar con un vocabulario y una sintaxis adecuadas facilitan la integración del léxico y las estructuras que serán la base para el posterior desarrollo de la lengua. Así, desde pequeños, hablaremos a los niños con normalidad, sin usar onomatopeyas ni palabras inventadas. Cuando el niño diga "brmmmm" nosotros diremos coche, cuando diga "tete no" diremos "este no" y a base de repetirlo, tarde o temprano acaban por interiorizarlo.



Esta fase enlaza con la de la mala pronunciación ya que el aparato fonador se está desarrollando y la lengua y la mandíbula deben aprender a colocarse en el lugar correcto para emitir cada sonido de forma adecuada. Es importante que el adulto trate de pronunciar bien al hablar y que, sin corregir directamente, ofrezca al niño el modelo fonético válido para cada palabra, de manera que cuando el niño diga "quiero zopa", repitamos "¿te gustaría tomar sssssssopa?" o si nos dicen "yo sabo saltar" contestarles "yo también sé saltar".

A medida que se hacen mayores y que el lenguaje crece de forma exponencial en su cerebro, corremos el "riesgo" de no poder hacerlos callar, y ¡no debemos! Pero que ellos hablen sin piedad no significa que nosotros tengamos que escuchar con toda nuestra atención. Cuando las historias se hacen interminables, los cuentos y las explicaciones se alargan y alargan sin mostrar un final, cuando se da vueltas a lo mismo cual peonza desbocada, es ahí cuando mi cerebro -y os animo a que lo haga el vuestro- hace saltar las alarmas y se desconecta, quedando sólo una parte inconsciente de él atento a palabras clave para poder valorar puntualmente lo que nos cuentan y mostrar al niño que seguimos ahí. Al principio resulta difícil pero con la práctica, la abstracción resulta ser una buena estrategia para tener al niño entretenido, permitiendo el desarrollo de su lenguaje y su creatividad, mientras tu puedes seguir con lo tuyo. 


2 comentarios:

  1. Hola ana!Me habían hablado muy bien de tu blog. he aprovechado estas vacaciones para cotillear tus comentarios!Felicidades por tus reflexiones, se notan que están llenas de experiencia y profesionalidad!

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    1. María! qué ilusión que hayas podido entrar. Es un orgullo para mí que te haya gustado!!! millones de gracias!! Nos vemos mañana :D Besos a Sofiplin!!!

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