lunes, 2 de noviembre de 2015

Juntos pero no revueltos

En más de una ocasión hemos hablado de la influencia, positiva o negativa, que pueden causar las etiquetas en los niños. Cuando la etiqueta es positiva, es un elemento poderoso; recordad el post sobre Thomas Edison. No obstante, cuando la etiqueta es negativa, el nivel de motivación y de interés del niño por esa determinada actividad desciende en picado.

Luego hay otro tipo de etiquetas, las que la sociedad nos impone:


Este post es delicado puesto que trabajo en una escuela en la que desde primero de primaria las clases se separan entre niños y niñas. Por otro lado, yo me he educado en un colegio de niñas en el que he sido muy feliz y he logrado un desarrollo personal, social, profesional... excelente (entendiendo por excelente que me siento realizada en todos los sentidos).

Hoy en día, en el mundo de la educación, este tipo de centros son la minoría. Existen argumentos sólidos para apostar por la opción mixta, como que la sociedad lo es. Los centros de educación diferenciada ofrecen un aprendizaje más personalizado y orientado al tipo de desarrollo cognitivo y madurativo que viven los alumnos. Podría extraerse de esta reflexión que este tipo de colegios etiquetan a sus alumnos y discriminan por razón de sexo, pero sería un inmenso error.


Partiendo de la premisa que toda persona, hombre o mujer, tiene los mismos derechos y deberes ante la ley y la misma dignidad ante la sociedad, no podemos obviar que existen diferencias en lo que se refiere a maduración biológica (que se intensifican en la adolescencia), física, intereses, relaciones sociales... De hecho, lejos de lo que se pudiera pensar, la educación diferenciada rompe estereotipos dentro de las aulas, eliminando la idea de que existen materias de chicos y otras de chicas o actividades para unos u otros.

Y es en este punto donde se enlazan las etiquetas con la educación diferenciada. Ofrecerles una educación que les lleve a la excelencia es un deber y una responsabilidad nuestra. 



Niños y niñas nacen con las mismas habilidades y talentos, con las mismas posibilidades y derechos de aprendizaje. Los estereotipos surgen cuando se eliminan de los intereses y las inquietudes de los alumnos ciertas actividades o juegos por que "son de niñas" o "son de niños". Todos somos aptos para llevar a cabo cualquier labor o tarea, siempre y cuando se respete nuestra madurez y desarrollo cognitivo tanto como nuestros gustos e intereses.  Porque una niña puede ser astronauta o detective tanto como un niño. Un niño cocinero, o poeta tanto como una niña.  Lo importante, en cualquiera de los casos es que sean felices.

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