domingo, 28 de diciembre de 2014

Happy

Se acaba el año y hay que hacer balance. En la vida de un niño, un año es mucho tiempo. Si pensamos como estaban hace 362 días, veremos que la cosa ha dado un giro de 360º, casi a un grado por día. Y es que así es. Con los niños no hay dos días iguales.


Muchas veces hemos comentado que la vida de los niños tiene que "nutrirse" principalmente de afecto y límites; aspectos que le llevan al desarrollo de una buena autoestima, seguridad en sí mismos y un buen autoconcepto. Un niño que consolida estos aspectos en su personalidad va a ser, probablemente, más feliz que otro que no logre desarrollarlos.

Ayer comentaba con un amigo la importancia de conocerse bien a uno mismo para poder disfrutar de cada momento que nos brinda la vida y llegar a ser felices. Carlos -así se llama el amigo en cuestión- me decía que, bajo su punto de vista, hemos de encontrar la felicidad en nosotros y que ésta debe ser independiente a alguien o a algo. Yo creo que tiene razón.

El niño que siempre necesita algo para ser feliz es difícil que sea feliz como adulto porque siempre va a estar insatisfecho. El niño que no sea capaz de conocer sus virtudes, explotarlas y disfrutar de las circunstancias cotidianas, puede que como adulto nunca se sienta plenamente realizado.

Estos días de fiesta y regalos hacen que el sentido de la verdadera felicidad se pierda y los niños confundan la ilusión por tener determinado juguete o regalo con el hecho de ser felices. Es importante hacerles comprender la diferencia y fomentar en ellos una actitud de agradecimiento y conformidad en lo que se refiere al tener, porque nada de esto da la felicidad (aunque puede contribuir a sentirla). Es complicado comprender esto a ciertas edades, pero quizá el resultado sea este:


No hay comentarios:

Publicar un comentario