viernes, 5 de diciembre de 2014

Pequeñas cosas

Pequeñas cosas como una caricia o unas risas, una mirada de comprensión o de perdón, un gesto de desaprobación o de ánimo.

"Pequeñas cosas" como el ejemplo diario, como la constancia, la coherencia, la paciencia, la empatía y la capacidad de hacer borrón y cuenta nueva cada cinco minutos.


Todas estas pequeñas cosas educan más que los libros, los blogs, los proyectos, las actividades o las fichas. Porque educar no es solo facilitar contenidos a los niños o normas de comportamiento; educar es transmitir una manera de vivir que les ayude a ser buenas personas, felices, íntegras.


Todo esto no está reñido con la exigencia. Hay que saber encontrar la delgada línea roja, que separa lo correcto de lo incorrecto, lo que se debe hacer de lo que no. Esta línea es tan delgada que a veces es fácil sobrepasarla hacia cualquiera de los lados.

Obviamente, la subjetividad que lleva implícita la personalidad de cada uno, hará que a la hora de establecer la línea, ésta se sitúe a una altura u otra, de manera que lo que sea adecuado para una familia puede que no lo sea para otra. Ahora bien, es importante que el adulto sea el primero en respetarla -ya que es quien la ha establecido- y en demostrar con su actitud y su comportamiento esa manera de vivir que pretende transmitir.

El niño que sabe ubicar esa línea roja, que recibe las pequeñas cosas que comentábamos antes acompañadas de la exigencia y el límite, crece bajo un ambiente de seguridad y afecto que dará frutos en su desarrollo personal, académico, profesional... 


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